Otra de las joyas surgidas de la cosecha del 39, Ninotchka es una delicia plagada del toque Lubitsch que, aún hoy en día, sigue haciendo gozar a todo el que la ve.
Situada en la década de los 20 en pleno "gay Paree" (como se llamaba entonces a la Ciudad de la Luz), relata la historia de tres bolcheviques que, enviados en una misión a la capital francesa, caen en manos del capitalismo y sus dulces vicios. Para arreglarlo, aparece la casi robótica mujer del título. Pero todo se complica cuando ésta, a su vez, se enamora de un hombre del "otro lado de la vida".
Con este planteamiento, las situaciones jocosas se suceden y cuenta con momentos que provocan más de una carcajada a mandíbula batiente.
Las situaciones que se presentan son encantadoras y, teniendo en cuenta que todavía estábamos en los inicios de la II Guerra Mundial, donde ambos bloques serían aliados, no hay crítica política dura en el desarrollo, simplemente un adelanto de lo que terminaría siendo la caída en el sistema político que hoy en día se mantiene (no sabemos cómo, pero se mantiene).
El galán de la cinta es Melvyn Douglas, uno de esos hombres considerados guapos en su momento, pero que hoy en día no podrían hacer más que de padre de la prota. En todo caso, poca fortuna le esperaba a este señor ya que la reina, sin duda, de todo el metraje es la fascinante Garbo.
Tras este trabajo, la actriz sueca sólo interpretaría otro protagonista, La mujer de las dos caras (George Cukor, 1941), compartiendo de nuevo cartel con Douglas. A continuación, se retiraría del mundo para crear su leyenda de esquiva y alejada del mundanal ruido.
El éxito de esta cinta daría lugar a una versión musical de la misma, La Bella de Moscú (Rouben Mamoulian, 1957), en la que la elegancia de Fred Astaire se enredaba con las inacabables piernas de Cyd Charisse. También muy disfrutable.
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