miércoles, 7 de julio de 2010

41 - LA EXTRAÑA PASAJERA (Now, voyager). Irving Rapper. USA, 1942.

Aunque admiro plenamente la capacidad interpretativa de Bette Davis como una de las mejores actrices que en la historia han sido, he de reconocer que siempre me ha parecido no fea, sino difícil de ver. Su cara con ojos de sapo, su elemento más destacable, la presentaban como una mujer de carácter duro pero, desde luego, no guapa.

En esta película inolvidable, logra todo un tour de force al dar vida al cuento de El patito feo, algo que parecía imposible. Comenzando como una rata de biblioteca, horrorosa, gracias al tratamiento de un psiquiatra, se lanza a la aventura de vivir un crucero y presentarse transformada en una belleza sofisticada. Durante ese viaje, se enamora de un hombre casado con el que no llega a vivir en pleno su relación, pero que concluye con la cita que ha pasado a la posteridad: "no pidamos la luna, ya tenemos las estrellas".

Está claro que lo de afear o embellecer a alguien es uno de los juegos que más se han utilizado como argumentos en productos incluso tan actuales como Betty, la fea. Pero hace falta tener un talento superior para insuflar a esas dos caras de un mismo espejo con los elementos psicológicos adecuados para que, en cada una de las facetas, uno se llegue a creer lo que ve.

La Davis, que estuvo nominada al Oscar(c) por este trabajo, logra esto y mucho más. De los miedos de niña acomplejada con los que empieza en la primera parte de esta cinta, refleja con su cara todos los pasos que necesita para convertirse en el cisne final que podemos disfrutar.

En The History Boys (2006), vemos a dos de los alumnos dando vida a la famosa secuencia final antes citada. Para ello, piden permiso para encender un cigarrillo, consiguiendo así traer a la luz el elemento fundamental por el que se representa en La extraña pasajera la sexualidad. Efectivamente, lejos de mostrar momentos de intimidad de dormitorio entre el hombre casado y la nueva mujer convertida en bella, en esta cinta se utliza el juego de encender los cigarrillos como si fueran encuentros sexuales.

La verdad es que, cada vez que el amante le da fuego a la Davis, algo dentro de ti también se enciende. Comprobadlo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario