viernes, 30 de julio de 2010

57 - CASABLANCA. Victor Fleming. USA, 1942.

Clásico entre los clásicos, son tantas cosas las que se han contado sobre esta película que parece imposible descubrir nada nuevo. Aunque también es cierto que, precisamente, por haberse dicho tanto siempre hay datos que se le escapan a cualquiera.

Por ejemplo, quiero empezar contando que Michael Curtiz, el cineasta que terminó firmando esta obra, tiene muchos puntos en común con Victor Fleming, el director que terminó firmando títulos como Lo que el viento se llevó. ¿En qué sentido? En el de que ambos se tuvieron que conformar con rodajes que habían iniciado otros. Si Fleming tuvo que recoger la batuta de manos de George Cukor para concluir las aventuras de Scarlett, Curtiz lo hizo en este caso con lo rodado por Howard Hawks (según John Wayne, este último habría filmado la mayoría del metraje).

Luego está la famosa anécdota de que el guión se iba transformando cada día, por lo que Ingrid Bergman hasta el final no sabía con cuál de sus hombres terminaría sus andanzas. La verdad es que esta forma de rodar, que se ha intentado repetir en numerosas ocasiones sin que se haya logrado ni un solo acierto, es uno de los múltiples encantos que se recogen en la película. Es más, esa incertidumbre es uno de los factores que, posiblemente, más ayudó a los actores a componer sus personajes.

También está lo de que, en principio, el título original iba a ser Everybody comes to Rick's, para terminar siendo Casablanca. Si tenemos en cuenta que esa ciudad africana es fea como pocas, hay que celebrar el gran trabajo de la dirección de arte al crear, en unos estudios, los espacios suficientes como para lograr un lugar con aspecto atractivo.

Y hablando de atractivos, hay que reconocer que nunca lo estuvo tanto Humphrey Bogart como en esta cinta. Entre su voz farragosa, sus recuerdos de un París romántico ("siempre nos quedará París") y esa supuesta homosexualidad que parece implícita en el final de la obra ("éste es el principio de una bella amistad"), está para comérselo, tanto por mujeres como por hombres.

Acabo de utilizar dos de las múltiples citas que han salido de este metraje. Pero es indispensable citar dos más por haberse convertido en sendos títulos de posteriores largometrajes, así como por el hecho de que una es real y la otra falsa.

La primera corresponde al supuesto futuro amante de Rick, y miembro de la legión francesa, cuando dice "reúnan a los sospechosos habituales". Literalmente, el título de la película que lanzó al estrellato como director a Bryan Singer (Sospechosos habituales, 1995), una cinta que también veremos en este blog.

La falsa, curiosamente, es la más extendida a nivel popular. Aunque no se dice en ningún momento de la película "tócala otra vez, Sam", es la frase que más veces se ha repetido entre amigos y colegas. De ahí sale Sueños de seductor (Play it again, Sam), la película con la que Woody Allen homenajea a esta obra maestra en 1972.

Sería inexcusable no comentar que esta película se podría utilizar como ejemplo de un casting que roza la perfección. Además de los deseables Bogart y Bergman, las labores de Claude Rains (el francés de Rick), Paul Henreid (el otro de la Bergman), Sydney Greenstreet (el asqueroso mercachifle) y Peter Lorre (el mejor despreciable de la historia del cine) son pequeñas pinceladas de maestría que confieren a este metraje el status de joya de la corona.

Para finalizar, por acabar en algún momento porque podría seguir ad infinitum, lanzo la idea de que, en algún parque temático, se podría crear la atracción Casablanca en la que pasear por el mercadillo, tomar unas copas en Rick's y poderse hacer un falso pasaporte. Porque el que vaya a la auténtica esperando encontrarse algo parecido a la película...

jueves, 29 de julio de 2010

56 - LE TEMPS RETROUVÈ. Raoul Ruiz. Francia/Italia/Portugal, 1999.

Una de las misiones imposibles para el cine parecía ser la de conseguir adaptar a la gran pantalla la obra maestra de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. Y eso que, entre los siete libros de los que se compone, el cuarto, por ejemplo, Sodoma y Gomorra, no deja de ser un precedente para ese género al que se ha dado en llamar novela rosa.

Pero, de la misma forma que el gran instrumento utilizado por el escritor francés es el eclecticismo en su estado más puro, parece ser que hacía falta que llegara Raoul Ruiz, director chileno afincado en Francia, con una coproducción entre tres países europeos para lograrlo. Y nada menos que tomando como base el último de los volúmenes de la magna obra.

La razón principal de este éxito (nunca estrenado en España) es que Ruiz ha sabido dar a cada una de sus imágenes el tono necesario para retratar aquella época, aquellas gentes: la decadencia. Dentro de la teoría compleja que construye dicha escuela filosófica, los decadentes sólo se habían visto antes retratados en esa otra maravilla cinematográfica, Muerte en Venecia (Luchino Visconti, 1971).

Y ese mismo aire es el que rodea a un espectacular reparto en el que se incluyen nombres como Catherine Deneuve o Emmanuelle Béart, quienes saben convertir sus rostros en los de dos perfectas cocottes en diferentes fases de su vida. O John Malkovich quien compone un Barón de Charlus que deja en agua de borrajas al alabado trabajo de Alain Delon en Un amor de Swann (Volker Schlöndorff, 1984), otro de los fallidos intentos de adaptación de Proust.

Afianzada más en lo que no se dice que en lo que se escucha, esta joya es una de las raras ocasiones en las que a uno le entran ganas de vestirse para la ocasión y volver a disfrutarla con una botella de champagne francés acorde para la ocasión.

miércoles, 28 de julio de 2010

55 - FITZCARRALDO. Werner Herzog. Perú/Alemania Occidental, 1982.

Antes de comenzar a hablar de esta película hay que decir que la mejor forma de entender la relación profesional/personal de Herzog con Klaus Kinski está plasmada en el documental del primero, Mi enemigo íntimo (1999). En él, asistimos a una relación de amor-odio, eso sí, contada desde el punto de vista de Herzog, quien también debe ser fino en cuanto a salud mental. Porque, si no, cómo se justifica que el demenciado actor fuese el principal consultor al que acudía el director. Simplemente, porque, como dice el cineasta al final del metraje, Herzog y Kinski eran una pareja. Así, sin calificativos extra.

En todo caso, la película que nos ocupa es el paradigma por excelencia de los hermosos hijos que nacieron de esa unión. Fitzcarraldo es la demenciada historia, basada en hechos reales, de un melómano operístico empeñado en llevar un teatro adecuado a pleno centro de la jungla sudamericana para disfrutar de las más grandes obras. El protagonista, el que da nombre a la cinta, es un hombre que encuentra su ambición cuando se lanza a convertir en realidad su sueño. Y, cual visionario al uso, demuestra ser capaz de superar cualquier dificultad con tal de lograr su voluntad.

En este sentido, hay una cinta que tiene cierto parecido con esta historia, Oscar y Lucinda (Gillian Armstrong, 1997), por el intento del que se habla de llevar una iglesia de cristal al centro de la selva australiana. Aunque mucho más fría, no deja de ser una historia anglosajona, merece la pena echarla un vistazo.

Más o menos, ese sería el argumento de la ficción. La realidad es que tanto director como actor tuvieron que ponerlo todo también de su parte para lograr que su rodaje no quedase en agua de borrajas.

Todo tipo de historias se han contado sobre las víctimas reales que quedaron a lo largo de la filmación. Sobre todo para hacer pasar el barco de un lado al otro del río. Imágenes han quedado de Kinski en plenos ataques de violencia (creativa, la llaman algunos) contra los mandatos de su director.

Incluso hay testimonios (en el docu citado al principio) de Claudia Cardinale contando que su compañero fue un dechado de atenciones con ella durante el rodaje. Pero que los nativos que habían participado como extras se ofrecieron a Herzog, completamente en serio, para matar a Kinski en su nombre. Según parece, nada les hubiera gustado más.

En definitiva, nada hay mejor que dejar a un lado las vías (alcohol, drogas, demencias) por las que se llega a lograr la obra maestra y disfrutarla a pecho abierto. Con Fitzcarraldo lo podrás hacer.

martes, 27 de julio de 2010

54 - EL LIBRO DE LA SELVA (The Jungle Book). Wolfgang Reitherman. USA, 1967.

La última película supervisada por Walt Disney (y, como con tantas otras, rumoreada como la favorita del genio de la animación), merece su puesto en EL por dos principales razones que marcaron el posterior desarrollo de este género cinematográfico.

En primer lugar, la banda sonora, como conjunto, no sólo incluía grandes canciones (el "Quiero ser como tú" triunfó entre la juventud española en la versión grabada por Rey Luy), sino que, por primera voz, eran grandes estrellas las que ponían las voces a los animalitos, como George Sanders dando personalidad a Shere Khan.

Por otro lado, es cierto que dentro del target de público infantil que buscan este tipo de producciones, las aventuras que vive Mowgli no son tan ingenuas. Realmente hay sensación de que su vida está en peligro y de que la vida en la selva no es tan bonita como pudiera parecer.

Entre las diferentes versiones que se han rodado del clásico de Rudyard Kipling, cabe destacar que las que lo han hecho en acción real han visto limitados sus rodajes a la parte en la que el chaval de la jungla ya vive entre humanos. Es lógico si tenemos en cuenta que no es fácil rodar con osos, panteras o tigres. Pero, entre ellas, la que destaca por encima de todas es la que firman los hermanos Korda en 1942, protagonizada por Sabu.

La última que ha llegado al mercado es la segunda parte que la factoría Disney se ha sacado de la manga en ese mercado que han creado de secuelas de clásicos que, sinceramente, sólo sirven para que se llenen los bolsillos.

lunes, 26 de julio de 2010

53 - EL AÑO PASADO EN MARIENBAD (L'année dernière à Marienbad). Alain Resnais. Francia/Italia, 1961.

A principios de los años 60, cuando traspasar las puertas de la percepción era casi un hobby para todo miembro de la intelligentsia que se preciara, uno de los afanes en el cine era traducir en imágenes lo que el mundo de los sueños provocaba.

Entre diversos intentos para lograrlo, destaca especialmente el título que nos ocupa, una cinta difícil de tragar, pero fascinante por lo que ha supuesto para el Séptimo Arte.

Sin distinguir el tiempo en el que se desarrolla cada momento de la trama, tres personajes conocidos simplemente como A, X y M, conforman una narrativa en la que el recuerdo del verano anterior se entremezcla con la situación "actual", sin dejar claro por dónde andan los tiros.

Teniendo como escenario el lugar de veraneo Marienbad (muy popular en su momento, de hecho Thomas Mann lo cita en su primera novela, Los Buddenbrook), la excelente fotografía en blanco y negro y la aparente inmovilidad de los elementos humanos que se muestran logran que nos traslademos a ese tipo de espacios oníricos en los que no sabemos muy bien ni qué, ni cómo, ni cuándo nos va a suceder lo que tenga que pasar.

La protagonista femenina de esta cinta es Delphine Seyrig, una actriz a la que veremos en otras entradas de este blog y que fue una especie de musa para los cineastas que querían adentrarse en la mente a través del Séptimo Arte (Marguerite Duras en India Song, verbigracia). Sin embargo, la escasa popularidad de que goza hoy en día este tipo de películas hace que resulte prácticamente imposible encontrar a nadie que pudiera reconocer su cara en ningún fotograma.

Como demostración de que este fenómeno, puramente europeo, interesaba a ambos lados del charco, Marienbad estuvo nominada al Oscar(c) al Mejor Guión Original en su momento, aparte de ganar el León de Oro en el Festival de Venecia.

Adelanto desde ya que para los que el cine de los 80 sea demasiado clásico, esta película será una pastilla difícil de tragar. Pero para los que amamos el cine como arte, este periodo resulta absolutamente imprescindible para comprender lo que el tiempo nos ha traído después.

viernes, 23 de julio de 2010

52 - LA QUIMERA DEL ORO (The Gold Rush). Charles Chaplin. USA, 1925.

Al final de sus días, Charles Chaplin defendía que La quimera del oro era el título por el que le gustaría ser recordado. Y no es de extrañar, teniendo en cuenta que es una pura maravilla de película a la que parece imposible encontrar ningún fallo.

Basada en las aventuras del grupo de Donner quienes, aislados por la nieve en la montaña, se vieron obligados a comerse sus zapatos y, después, los unos a los otros, Chaplin convierte a su Charlot en un buscador de oro más entre las hordas que acudían al Klondike soñando con encontrar fortuna.

Para rodar esta aventura, hicieron falta todo un año de rodaje (dos semanas en exteriores, lo demás en estudio) y nueve semanas de montaje. Teniendo en cuenta que hablamos de los albores del Séptimo Arte, llama la atención que la secuencia en la que el vagaabundo se convierte, a los ojos de su compañero de calamidades, en un pollo asado no fuera la más complicada.

En realidad, el mérito fue del propio cámara quien, tras rodar a Chaplin como persona normal, rebobinaba la película y rodaba encima al cineasta disfrazado de pollo. El genial resultado sigue siendo de los momentos más hilarantes de la historia del cine.

Otro gran momento es el del baile de los panecillos pinchados con dos tenedores. Este gag, original de Fatty Arbuckle (la estrella de cine mudo que cayó en desgracia tras matar a una starlett al meterla una botella de champán por salva sea la parte y que el tapón saltara), Chaplin lo aplicó en esta cinta con auténtica maestría. Muchos años después, Johnny Depp lo calcaría en Benny & Joon (Jeremiah S. Chechik, 1993).

Son muchas las situaciones inolvidables las que componen esta delicia, como la forma en que Charlot cocina su bota cual si fuera un manjar delicioso en manos del mejor chef, o la excitante secuencia de la cabaña que, por el equilibrio de los ocupantes, parece que se va a caer, parece que no. Para este momento, Chaplin hizo que le construyeran unas maquetas tan logradas que, todavía hoy en día, cuesta distinguirlas de los escenarios a tamaño natural.

Sobra decir que, si no la habéis visto, ya os podéis poner a buscarla. Lo pasaréis en grande y, sobre todo, podréis aprender la gran lección que nos dejó el genio británico con esta quimera: incluso lo más terrible, se puede tomar a risa y, entonces, las penas pesan menos.

jueves, 22 de julio de 2010

51 - NINOTCHKA. Ernst Lubitsch. USA, 1939.

Otra de las joyas surgidas de la cosecha del 39, Ninotchka es una delicia plagada del toque Lubitsch que, aún hoy en día, sigue haciendo gozar a todo el que la ve.

Situada en la década de los 20 en pleno "gay Paree" (como se llamaba entonces a la Ciudad de la Luz), relata la historia de tres bolcheviques que, enviados en una misión a la capital francesa, caen en manos del capitalismo y sus dulces vicios. Para arreglarlo, aparece la casi robótica mujer del título. Pero todo se complica cuando ésta, a su vez, se enamora de un hombre del "otro lado de la vida".

Con este planteamiento, las situaciones jocosas se suceden y cuenta con momentos que provocan más de una carcajada a mandíbula batiente.

Las situaciones que se presentan son encantadoras y, teniendo en cuenta que todavía estábamos en los inicios de la II Guerra Mundial, donde ambos bloques serían aliados, no hay crítica política dura en el desarrollo, simplemente un adelanto de lo que terminaría siendo la caída en el sistema político que hoy en día se mantiene (no sabemos cómo, pero se mantiene).

El galán de la cinta es Melvyn Douglas, uno de esos hombres considerados guapos en su momento, pero que hoy en día no podrían hacer más que de padre de la prota. En todo caso, poca fortuna le esperaba a este señor ya que la reina, sin duda, de todo el metraje es la fascinante Garbo.

Tras este trabajo, la actriz sueca sólo interpretaría otro protagonista, La mujer de las dos caras (George Cukor, 1941), compartiendo de nuevo cartel con Douglas. A continuación, se retiraría del mundo para crear su leyenda de esquiva y alejada del mundanal ruido.

El éxito de esta cinta daría lugar a una versión musical de la misma, La Bella de Moscú (Rouben Mamoulian, 1957), en la que la elegancia de Fred Astaire se enredaba con las inacabables piernas de Cyd Charisse. También muy disfrutable.

miércoles, 21 de julio de 2010

50 - UN GRAN AMOR... (Say anything). Cameron Crowe. USA, 1989.

En verdad os digo que no tengo ni idea de la forma en la que han seleccionado las películas que aparecen en EL. Y, aunque es cierto que esta semana parece dedicada al cine "made in USA", son ya varias veces las que protesto por lo que incluyen.

En el caso que nos ocupa, tienen el morro de decir que Cameron Crowe sabe retratar con fidelidad y certeza lo que supone el amor adolescente para el personaje del protagonista interpretado por John Cusack. Pues que queréis que os diga, no le veo yo nada especial.

Vale que el trabajo del actor está estupendo, y que mola mucho cuando interpreta al lado de su hermana, la estupenda Joan Cusack. Pero de ahí, a decir eso del retrato cierto... Sinceramente, y por lo que yo conozco, merecería mucho más esta posición una cinta como La chica de rosa (Howard Deutch, 1986), porque, dentro de moverse en la misma moñería que es el amor adolescente, al menos presenta un problema que sigue siendo muy real, la lucha de clases.

En la tremendamente competitiva sociedad yankee, y ya desde sus institutos, los muchachos aprenden que cuanto más gane papá, mejor tú eres.

En la película que nos ocupa, ópera prima de su director, lo único destacable es el momento en el que Cusack llega hasta la casa de la chica de sus sueños y, radiocassette en mano, le dedica una canción. Pues bien, esta secuencia marcó mucho en el país de la hamburguesa, hasta el punto de haber sido reproducida en la nueva serie de éxito Modern Family, una de las grandes ganadoras en los últimos Emmys. Pero en nuestro país pasó sin pena ni gloria y así debería seguir.

En todo caso, le recomiendo al director que, si no lo ha hecho ya, le pague unas cañas al colega que le consiguión filtrar su mediocre película en EL.

martes, 20 de julio de 2010

49 - PARQUE JURASICO (Jurassic Park). Steven Spielberg. USA, 1993.

Rodada el mismo año que la radicalmente diferente La lista de Schindler (también incluida en EL), la presentan en el libro como una perfecta película de aventuras, calificativo con el que no estoy, en absoluto, de acuerdo.

Basada en el best-seller de Michael Crichton (del que ignoró, con muy buen criterio, la primera y científica parte), Spielberg se centró en las aventuras que corrían los personajes en la isla-temática donde vivían los reproducidos dinosaurios.

Entre los personajes, salvo la graciosa presencia de Richard Attenborough, retomando sus labores como actor, y un Jeff Goldblum muy gracioso como el egocéntrico defensor de la teoría del caos, los demás resultan tan sinsorgos que no despiertan ninguna simpatía. Ni siquiera los repelentes niños que son, precisamente, los que más deberían provocar los momentos emocionales al espectador.

De hecho, el momento más excitante, desde mi butaca, es el de la muerte del gordo traicionero a manos de las criaturas veloces. Terrible y, al mismo tiempo, gozoso por lo que complace al sentido de venganza que todos tenemos.

Pero cuando la vi, la verdad es que mi expectativa se vio ampliamente cubierta: por primera vez en mi vida, veía dinosaurios moviéndose en libertad. Y es que los bichos están hechos de una manera tan lograda que en verdad se tiene la impresión de haber saltado en el tiempo y haber aterrizado en los tiempos pre-Edad del Hielo.

Desde los más amables a los más cabrones, qué miedo dan los velocirraptores, incluso sus expresiones faciales son creíbles, sus ataques son temibles. Un logro sin parangón.

Su tremendo éxito en todo el mundo dio lugar a que se rodaran dos secuelas, cada cual peor que la anterior. El único interés en verlas es el de disfrutar, de nuevo, de los bichos protagonistas. Pero también es verdad que después de verla tres veces uno tiene más que suficiente, por lo que no cabe más remedio que preguntarse hasta qué punto estamos ante un clásico "eterno", o si el tiempo no se encargará de que caiga en el olvido. Veremos.

lunes, 19 de julio de 2010

48 - GANGS OF NEW YORK. Martin Scorsese. USA, 2002.

Antes de entrar de lleno en la película, quiero comentar que en EL se han excedido con la presencia del cine de Scorsese. No es que, ni mucho menos, le quiera restar mérito al que debemos algunas joyas imprescindibles, así como su apoyo al cine de Kurosawa en el mundo occidental. Pero, sinceramente, de las ocho cintas que le han incluido, se le podían haber restado por lo menos tres. Y más cuando a Alan Rudolph, por ejemplo, no le han incluido ninguna.

En todo caso, Gangs of New York, pese a contar con algunos valores, no es una película por la que te vaya a pasar nada si te vas al agujero sin verla. En realidad, sus dos únicos valores son una dirección artística prodigiosa, quién se atreve a negarlo, y una interpretación del débil emocional Daniel Day Lewis, que logra poner los pelos de punta.

Respecto a la primera, la recreación del paisaje urbano de Manhattan en la segunda mitad del siglo XIX es todo un prodigio. No hace falta más que contrastar lo mostrado con lo que se ve en tantas otras producciones en las que aparecen esas mismas calles para quedarse con boca de pasmo ante las imágenes que se ofrecen. Y si conoces el terreno por haber estado allí, es de fliparlo.

Respecto a lo segundo, el actor británico logra una composición que, supongo, compensa todas sus extravagancias personales (se fue de un teatro en mitad de una representación de Hamlet; cerró su relación con Isabelle Adjani vía fax). Además, algo muy a agradecer a Day Lewis es la estupenda selección que hace de los proyectos en los que participa, donde siempre destaca como el gran actor que es.

Los problemas con los que cuenta esta película son también dos, principalmente. El primero, que frente a lo que promete el título (y que sí se encuentra en el libro en el que se basa), en este metraje no se encuentra un retrato cercano del mundo de las bandas de la Gran Manzana, sino un culebrón familiar que aburre y cansa.

Y lo peor es que, cuando aparecen, es muy difícil distinguir a Leonardo di Caprio de Cameron Diaz, cuyos personajes parecen compartir no sólo una relación personal y profesional, sino también la misma peluquera.

Además, la excesiva duración de casi tres horas fue otro de los motivos por los que, pese a contar con 10 nominaciones para los caballeros dorados de H0llywood, no se comieron un saci y se fueron todos a casa con las manos vacías (incluyendo a Bono que había compuesto el tema principal).

Particularmente, yo me alegré.

viernes, 16 de julio de 2010

47 - FRESAS SALVAJES (Smultronstället). Ingmar Bergman. Suecia, 1957.

Todos conocemos el supuesto recorrido por toda tu vida que haces cuando estás a punto de morir. Pero qué bonito sería que la vida te ofreciera la oportunidad de realizar dicho recorrido a través de un viaje en carretera mientras te diriges a recibir un homenaje a tu existencia.

Este planteamiento es el que promueve esta película que nos ocupa. Sin embargo, y frente a otros títulos del cineasta sueco que resultan a veces difíciles de acceder, en esta ocasión es un viaje, además, ameno.

Fresas salvajes fue una de las primeras películas que disfruté de Bergman y, la primera sorpresa, me llamó mucha la atención que la espesura de la historia era escasa. De hecho, que me lo pasé bien viéndola e, incluso, me reí en alguna ocasión.

Y creo que ésa es la maravilla de este título, que se mueve en un mundo agridulce que te lleva a pensar en lo que la vida consiste en realidad: una combinación de tragos dulces y amargos, pero merecedores de todo el proceso que conocemos como nuestra propia experiencia.

Rodada en blanco y negro, el protagonista es Victor Sjöström, el director con mayor renombre del cine sueco antes de la llegada del propio Bergman. De esta forma, una vez más, la mirada del profesor dice mucho más que lo que expresan las palabras de su guión. Cuentan más las imágenes que se adivinan tras las pupilas de Sjöström que las que se ven en pantalla.

La Academia de Hollywood valoró este trabajo hasta el punto de nominarla al Mejor Guión Original, premio que se llevó, finalmente, Confidencias a medianoche (Michael Gordon, 1959).

Estel original planteamiento que se nos ofrece se ha intentado repetir hasta la saciedad, siendo el ejemplo más claro Desmontando a Harry (1997), de Woody Allen. Pero lo que no ha logrado ninguna de sus versiones es lograr compaginar esa mezcla de nostalgia dulce y aceptación del presente que aquí se nos ofrece.

jueves, 15 de julio de 2010

46 - RASHOMON. Akira Kurosawa. Japón, 1950.

¿Qué sucede cuando los mismos hechos objetivos son relatados por diferentes puntos de vista subjetivos? Bajo este planteamiento, el genio nipón Kurosawa construyó esta película que le lanzó al estrellato.

Situada en una época no demasiado antigua, tres viajeros se refugian de la lluvia en un templo del camino y comienzan a contarse entre ellos sus distintas versiones de un supuesto asesinato que han visto a lo largo de su camino. Al final, con las contradicciones que se encuentran entre las distintas versiones, la conclusión a la que se llega es que la verdad es una anguila escurridiza que ninguno puede afirmar poseer.

De esta manera, el director y guionista conformó un tipo de estructura que luego sería seguida por numerosos artistas. Y eso que su expansión mundial se produjo casi por casualidad. Los productores de la película no se sentían nada contentos con el resultado final de Rashomon, pero, cuando ésta se alzó como la cuarta película más taquillera del año en su país de origen, decidieron presentarla al Festival de Venecia, donde se llevó el famoso León de Oro. Una historia particular que parecía acentuar lo mostrado en pantalla.

Protagonizada por el actor-fetiche de Kurosawa, Toshiro Mifune, destaca la maravillosa labor del director de fotografía quien se valió de sus luces y sombras para realzar las características de cada uno de los personajes, así como de retratar cada momento de la historia según el grado de intensidad que le correspondía.

De esta forma, y con el blanco y negro en el que está rodada esta cinta, el espectador se ve inmerso en un minicosmos tan desagradable como morboso. Es decir, que provoca tanto el rechazo como la atracción de querer ser, por lo menos, uno de los testigos que tiene su propia historia que contar.

Esta ocasión fue la primera en la que la obra del director empezó a ser revisitada por el cine de Hollywood, exisitendo una versión en cine de este título, Cuatro confesiones (Martin Ritt, 1964), protagonizada por Paul Newman. Aunque, previamente, su planteamiento también había inspirado la estructura de la obra maestra literaria de Lawrence Durrell, El Cuarteto de Alejandría.

Como curiosidad, destacar que rashomon es una palabra que ha pasado a formar parte del idioma inglés y se refiere a un asunto sobre el que hay múltiples puntos de vista.

miércoles, 14 de julio de 2010

45 - FORAJIDOS (The Killers). Robert Siodmak. USA, 1946.

Inspirada en un relato de "Papá" Hemingway, Forajidos comienza con la llegada a un pueblo de dos matones en busca del protagonista, al que quieren matar.

Construída en forma de puzzle, las piezas se le van entregando al espectador de forma salteada para que éste vaya reconstruyendo la historia que se le está contando, siendo esta especie de juego el principal atractivo a la hora de verla.

Pero esta joya de la serie B cuenta con otro elemento fundamental y poco habitual en el género: la belleza. Dos de los animales más hermosos que en el mundo han sido, Burt Lancaster y Ava Gardner, son los dos protagonistas que logran que ni tu ojo ni tu atención se separen en ningún momento de la historia que se te está contando.

Y es que no son muchas las ocasiones en las que el submundo de los mafiosos de poca monta, o de las malas mujeres que les acompañan, son presentados con tal nivel de fuerza sexual bruta. Y no porque haya comentarios explícitos en el guión, sino que es algo inherente a los cuerpos que se te presentan.

Considerada en su momento para 4 Oscars(c), este título es de los que ha ido ganando adeptos con el paso de los años, llegando a convertirse en un clásico imprescindible que, hoy en día y tras su visionado, te deja con ese agridulce sabor de boca que te lleva a querer formar parte de un mundo oculto lleno de peligros.

De hecho, con el momento en el que estamos, si se rodase un remake en el Hollywood actual, los protagonistas serían vampiros.

martes, 13 de julio de 2010

44 - LA VENTANA INDISCRETA (Rear window). Alfred Hitchcock. USA, 1954.

Hace un par de años, leí en inglés un libro sobre el contenido soterrado homosexual de algunas de las películas clásicas de la historia del cine. Sorprendido, me encontré con una revisión de La ventana indiscreta en la que el autor se empeñaba en convertir al flotador sobre el que se sienta James Stewart en una especie de instrumento de sexo anal. Volviendo a ver este trabajo me reafirmé en mi opinión de que es, sencillamente, ridículo.

Lo que sí es cierto es que Hitchcock con esta filmación se adelantó en muchos años a lo que ahora estamos sufriendo y que yo he bautizado como Cultura Gran Hermano. Es decir, este momento de la historia en el que todo el mundo piensa que tiene derecho a cotillear en las vidas ajenas.

Porque, al fin y al cabo, es de lo que trata esta cinta. Un fotógrafo que sufre la rotura de una pierna echa tanto de menos su trabajo que, cámara en mano, se pone a marujear a través de su objetivo lo que sucede en las casas del edificio de enfrente.

Dicen en EL, y con toda la razón, que el entramado sobre el que se sostiene este título es de una perfección tal que te atrapa por completo. El decorado es espectacular, la presencia de Grace Kelly como la bella y sexy novia del protagonista es fundamental, y el trabajo de Thelma Ritter como la portera es uno de los mejores puntos de apoyo que se han encontrado en el terreno de los papeles de reparto.

También es cierto que la combinación de géneros (thriller, comedia, drama) está batida con tal maestría que el visionado de esta maravilla entra mejor que un gin tonic a media tarde.

La influencia que ha tenido este trabajo es larguísima y se deja ver tanto en Doble cuerpo (Brian de Palma, 1984), como en la revisión más reciente, Disturbia (D.J. Caruso, 2007), protagonizada por el actor de moda, Shia LaBoeuf.

Por último, quiero contaros que estoy bastante harto de tantas afirmaciones que se hacen respecto a nuevos directores (por ejemplo, Alejandro Amenábar) cuando se habla de ellos como los nuevos Hitchcock. ¿De verdad alguien puede creer que se puede superar la carrera del maravillosamente pervertido Hitchcock, quien cuenta en su haber con más de 40 obras maestras? Háganme el favor.

43 - TIEMPOS MODERNOS (Modern Times). Charles Chaplin. USA, 1936.

¿Por qué una película de hace más de 70 años consigue mantenerse tan actual hoy como en su día? Es uno de los pensamientos inevitables que se te vienen a la cabeza ante el visionado de una obra maestra como ésta. Y no es porque las historias de amor sean eternas, ni porque hable de un personaje histórico que sigue vigente en la memoria colectiva.

Lamentablemente, que Tiempos modernos resulte ahora igual de moderna que el día de su estreno se debe al tema del que trata: el paro. Ambientada en aquellos años duros que precedieron al Big Deal estadounidense, Chaplin se inspiró en las dificultades laborales de los trabajadores para conseguir y mantener un empleo. De hecho, el que el cineasta se preocupara de esta manera por la clase obrera fue uno de los condicionantes para que se exiliara durante la Caza de brujas, ese periodo oscuro de la historia yankee en que ser comunista equivalía a ser el demonio.

Con los nuevos avances tecnológicos que daban sus primeros pasitos, Chaplin nos hace partirnos la caja con unas secuencias que son parte de la historia universal, especialmente su recorrido por el interior de un entramado de engranajes a los que va ajustando con su llave inglesa.

Por el camino, Charlot se enamorará de una joven (Paulette Goddard), que ha perdido a su padre en una huelga en la que se le cargaron. La miseria es el punto de partida desde el que esta pareja empieza a construir.

Esta sería la última ocasión en la que Chaplin encarnaría al personaje del vagabundo que le había dado fama y renombre internacional. Y ésa fue la razón por la que, con el cine mudo casi en el olvido, se eliminaron los diálogos que estaban previstos para acompañar a las imágenes y tan sólo se mantuvieron frases sueltas y, eso sí, la maravillosa e ininteligible canción interpretada en el restaurante.

A diferencia de otros títulos que han tocado estos temas, lo mejor que tiene esta película es su final que, si no feliz, resulta de lo más esperanzador. La pareja formada por vagabundo y jovenzuela se alejan hacia el sol del horizonte cogidos de la mano. Recojamos este mensaje final en estos tiempos en los que todos andamos con el culo al aire y confiemos en que hay una salida al final del camino.

viernes, 9 de julio de 2010

42 - LA ULTIMA PELICULA (The Last Picture Show). Peter Bogdanovich. USA, 1971.

Al inicio de la década de los 70, mientras surgían numerosos directores nuevos que, procedentes de la televisión, habrían de cambiar el panorama del cine, el actor reconvertido en director, Peter Bogdanovich, nos ofrecía un rendido homenaje a las películas de los 50, pero con un panorama diferente.

Mientras que en aquella década, los títulos se trataban de vidas supuestamente fuera de lo común, en esta obra (basada en la novela homónima de Larry McMurtry), se nos ofrece la triste y desolada vida de una ciudad en medio de la nada donde cada uno de los personajes anda un busca de algún tipo de identidad.

Por ejemplo, en lugar de alcalde o juez, es el dueño de la tienda de comestibles al que se presenta como héroe anclado en ese perdido lugar. La mujer del hombre más rico de la ciudad es la zorra que se tira todo lo que se le antoja. Y que, además, prepara a su hija para que siga su estela.

En el centro del huracán, tenemos a dos mejores y jóvenes amigos (un comestible Jeff Bridges y un interesante Timothy Bottoms). El primero tiene novia, la guapa del lugar, Cybill Shepherd. El segundo se conforma con tener una novieta que le consiente que le toque los pechos para su posterior alivio sexual.

El tedio con el que conviven, la contundente calma con la que tienen que luchar se deja masticar a lo largo de todo el metraje. Sobre todo, cuando acuden a la última sesión del cine, independientemente de lo que proyecten, es el punto de encuentro de todos los ciudadanos que tienen ganas de soñar.

El profundo homenaje y amor al cine que se desprende de este trabajo se siente de forma más profunda cuando se habla de que el cine va a ser cerrado por el daño que la televisión ha provocado logrando que la gente se quede en casa viendo sus productos. Es un momento que, para los cinéfilos, se siente como un desgarro del corazón.

Casi dos décadas más tarde, Bogdanovich volvería a reunir a la mayor parte del equipo artístico de la primera entrega para dar vida a la continuación novelera que presentaría el mismo autor, Texasville. Pero los resultados no llegarían ni a la altura del betún de la gozada que es La última película.

miércoles, 7 de julio de 2010

41 - LA EXTRAÑA PASAJERA (Now, voyager). Irving Rapper. USA, 1942.

Aunque admiro plenamente la capacidad interpretativa de Bette Davis como una de las mejores actrices que en la historia han sido, he de reconocer que siempre me ha parecido no fea, sino difícil de ver. Su cara con ojos de sapo, su elemento más destacable, la presentaban como una mujer de carácter duro pero, desde luego, no guapa.

En esta película inolvidable, logra todo un tour de force al dar vida al cuento de El patito feo, algo que parecía imposible. Comenzando como una rata de biblioteca, horrorosa, gracias al tratamiento de un psiquiatra, se lanza a la aventura de vivir un crucero y presentarse transformada en una belleza sofisticada. Durante ese viaje, se enamora de un hombre casado con el que no llega a vivir en pleno su relación, pero que concluye con la cita que ha pasado a la posteridad: "no pidamos la luna, ya tenemos las estrellas".

Está claro que lo de afear o embellecer a alguien es uno de los juegos que más se han utilizado como argumentos en productos incluso tan actuales como Betty, la fea. Pero hace falta tener un talento superior para insuflar a esas dos caras de un mismo espejo con los elementos psicológicos adecuados para que, en cada una de las facetas, uno se llegue a creer lo que ve.

La Davis, que estuvo nominada al Oscar(c) por este trabajo, logra esto y mucho más. De los miedos de niña acomplejada con los que empieza en la primera parte de esta cinta, refleja con su cara todos los pasos que necesita para convertirse en el cisne final que podemos disfrutar.

En The History Boys (2006), vemos a dos de los alumnos dando vida a la famosa secuencia final antes citada. Para ello, piden permiso para encender un cigarrillo, consiguiendo así traer a la luz el elemento fundamental por el que se representa en La extraña pasajera la sexualidad. Efectivamente, lejos de mostrar momentos de intimidad de dormitorio entre el hombre casado y la nueva mujer convertida en bella, en esta cinta se utliza el juego de encender los cigarrillos como si fueran encuentros sexuales.

La verdad es que, cada vez que el amante le da fuego a la Davis, algo dentro de ti también se enciende. Comprobadlo.

40 - LAS TRES NOCHES DE EVA (The Lady Eve). Preston Sturges. USA, 1941.

Entre los grandes padres de la comedia actual, tal como la conocemos, no aparece el nombre de Preston Sturges con tanta frecuencia como se merece. Sin embargo, junto a Lubitsch o Howard Hawks, se merece un puesto de honor en dicha categoría. Y no sólo por sus deliciosas obras, sino también por saber torear, como los verdaderos artistas, a una censura estúpida que había convertido en tabú temas tan humanos como la sexualidad.

Las tres noches de Eva es el mejor ejemplo para reforzar esta afirmación. Una joven aventurera, que viaja en un crucero con su padre, un jugador profesional, centra sus atenciones en un joven heredero que vuelve de Sudamérica donde ha estado estudiando la pasión de su vida: las serpientes. En el camino, se enamora de él, pero se siente hundida cuando éste la deja al enterarse de sus verdaderas intenciones. Más tarde, ella conseguirá ser invitada a la casa de campo del joven rico con la intención de vengarse, plan que falla al enamorarse realmente de él.

Este argumento, que podría parecer excesivamente manido, logra resultar una delicia total gracias a dos elementos fundamentales: en primer lugar, un guión maravilloso, que estuvo nominado al Oscar(c), y que merece la pena ser leído detenidamente por la cantidad de dobles sentidos a los que invita.

Y, en segundo lugar, por unas interpretaciones fascinantes. Aparte de una cantidad respetable de intérpretes de reparto, los dos protagonistas logran una tremenda cantidad de momentos chispeantes que traspasan la pantalla. Frente al perfecto retrato de apocado que realiza Henry Fonda como el rico heredero, esa sabiduría que representa Barbara Stanwyck como la estafadora por excelencia. El choque de ambos, unido a las perlas que se sueltan, representan una de las relaciones sensuales más suculentas de la historia.

Si esta fuera la primera película de Sturges a la que os enfrentáis, sería, sencillamente, un gran principio en vuestro descubrimiento de un director al que debéis conocer antes de morir.

39 - LO QUE EL VIENTO SE LLEVO (Gone with the wind). Victor Fleming. USA, 1939.

Hace unas entradas, cuando escribí sobre La regla del juego, ya apuntaba que dedicaría un aparte al año 1939 en la historia del cine. Y, de hecho, he esperado a la entrada 39 para hablar del tema dedicando ésta a mi película favorita de todos los tiempos: Lo que el viento se llevó. Pero vayamos por partes.

Como si se hubiesen conjurado los astros, o los dioses olímpicos, en este primer año de la II Guerra Mundial (no para los Estados Unidos que no entrarían hasta el ataque sobre Pearl Harbour por parte de los japoneses en 1941), son una tremenda cantidad de obras maestras las que se rodaron en una cosecha magistral que no tiene competidor. Aparte de las citadas, nos encontramos con: El mago de Oz, Adiós, Mr. Chips, Ninotchka, La diligencia, Cumbres borrascosas y Caballero sin espada (sólo mirando algunas de las competidoras aquel año al Oscar(c) a la Mejor Película). Realmente, sólo este año merecería recibir un estudio a fondo para el que no tenemos tiempo.

Centrándonos ya en la película que nos ocupa, parece mentira que, a estas alturas de la historia, todavía sea el título por excelencia, referencia por demás para producciones actuales como la fallida Australia (Baz Luhrmann, 2008).

Lo primero a destacar es que, en este caso, el principal responsable de la misma no es el director (o el que firma), sino su productor, David O. Selznick, un genio instintivo que estuvo manejando los hilos y controlando absolutamente todos los departamentos de este rodaje. Es lo que se llamaba, en tiempos, cine de estudio, y la impronta de Selznick se deja ver en todo el metraje. En España, el único productor que ha logrado algo parecido es el gran Elías Querejeta, pero ningún otro.

Fue el ojo de Selznick el que vio la gran película que saldría del best-seller de Margaret Mitchell, una novela épica por sí misma, escrita en un estilo de saga familiar, aunque quizá demasiado empática con los sureños. Es más, en la novela parece que los esclavos del Sur vivían prácticamente como miembros de la familia, cuando todos conocemos otra realidad.

En el campo de la dirección, fueron varios cineastas los que se fueron pasando la batuta, aunque destaca especialmente la labor de George Cukor, quien se encargó de rodar secuencias tan fabulosas como el incendio de Atlanta (para la que se quemaron los decorados que habían quedado de King Kong). La versión oficial defendía que las desavenencias entre productor y director eran insalvables. La realidad fue que Gable, que al llegar joven a Hollywood no había perdido la oportunidad de dejarse querer por hombres y mujeres que le pudieran ayudar a subir a la cumbre, tenía miedo de que Cukor se fuera de la lengua a este respecto. Finalmente, sería Victor Fleming (especialista en recoger lo que otros dejaban a medias) el que firmara como director en un año en que también presentó la antes nombrada El mago de Oz.

Sobre el magistral casting, la historia de la búsqueda de Scarlett O'Hara ha dado lugar a múltiples libros y tv-movies. Las principales estrellas del momento andaban a la gresca luchando por conseguir dicho pastelito de personaje. Pero fue la desconocida Vivien Leigh la que se llevó el gato al agua logrando una creación tal que nadie puede imaginar el rostro de Scarlett sin la cara de Vivien.

Por supuesto, vio recompensado su esfuerzo al lograr el Oscar(c) a la Mejor Actriz, hazaña que repetiría con su única otra película yankee, Un tranvía llamado Deseo (1951). Su premio por este primer personaje no fue el único galardón que obtendría en la noche del caballero dorado, sino que fueron un total de 10 los que marcaron un récord que se mantendría hasta Ben-Hur, que logró 11 en 1959.

De entre todos estos premios destaca el de la Actriz Secundaria, obtenido por la inmensa (en todos los sentidos) Hattie McDaniel, la inolvidable Mamie. Tan sólo doce años después de que se empezaran a repartir los que se han convertido en los premios cinematográficos más importantes del mundo, esta actriz de color se alzaría con este galardón en una época en la que todavía algunos intérpretes blancos se pintaban la cara de betún para interpretar a personajes de color. Por otro lado, pasarían dos décadas largas hasta que se volviera a entregar un Oscar(c) a un actor de color, en concreto, a Sidney Poitier por Los lirios del valle (1963).

Hay que destacar que McDaniel, lejos del personaje al que da vida en esta cinta, era una mujer sofisticada y culta, y seguidora de las hijas de Safo (era una de las amigas íntimas de Greta Garbo). Para este trabajo, tuvo que aprender el característico acento sureño de los esclavos pre-Guerra de Secesión.

Corrían los 80 del siglo pasado cuando apareció Scarlett, la supuesta secuela de esta historia eterna, y que dio lugar a una mini-serie de televisión. Mi reacción fue la de sumarme a los que gritaban: "A dios pongo por testigo que nunca veré Scarlett". Y lo mantengo.

Representante del cine épico por excelencia, Lo que el viento se llevó está plagada de secuencias magistrales, incluyendo el delicioso y terrible momento en el que Scarlett jura a dios que nunca más volverá a pasar hambre o su llegada a la estación de tren para que el doctor le ayude con el parto de Melanie.

Una grandilocuencia deliciosa que es uno de los elementos por los que esta cinta de cuatro horas de duración es, sencillamente, una película perfecta.

lunes, 5 de julio de 2010

38 - LAS MARGARITAS (Sedmikrásky). Vera Chytilová. Checoslovaquia, 1966.

Hubo un tiempo en que la gente construía sus historias con baños de LSD. Era una época en que la gente ya no sólo podía, sino que se atrevían a pensar en libertad y plasmar sus pensamientos en su arte. De estas obras, surgen títulos como esta cinta, una flipada total protagonizada por dos jóvenes, ambas llamadas Marie, que se ponen el mundo por montera y se lanzan a pasarse por el arco del triunfo lo que se encuentran a su paso.

Rodada con toques de la psicodelia propia de la época, no se puede decir que esta historia tenga un desarrollo lineal. Y, por supuesto, si puedes no te cortes y lánzate a verla con unos cuantos petas en el pecho, te lo pasarás mucho mejor.

Pero, una vez recuperada la sobriedad, párate a pensar por qué unas imágenes tan disparatadas, casi inconexas, y con poca traducción al mundo visual de hoy en día, fueron un referente tan importante en su momento. Por qué calaron tanto en el panorama internacional del momento.

Justo antes de la Primavera de Praga de 1968, una de las medidas del estado que provocó el alzamiento estudiantil, consistió precisamente en la censura de aquellas obras de arte que cuestionaban los cánones establecidos. Así lo sufrió esta directora a raíz de este trabajo, al que acusaban de transgredir contra los cimientos sociales. Toda una rabia el que, por culpa de esta medida, la carrera de Chytilová se viera mutilada.

Hoy en día dicen que vivimos tiempos mejores, mientras en la tele sólo ofrecen mierda en forma de tertulias protagonizadas por delincuentes (la plagista Ana Rosa Quintana, los hermanos Matamoros-Dalton y tantos otros de los ahora conocidos como rostros populares).

Ese es el principal logro del visionado de esta película. El disfrutar de un trabajo que te hace recordar que hubo tiempos en los que la gente pensábamos por nosotros mismos y no esperábamos a que nos lo dieran mascado en la, cada vez más, caja tonta.

De hecho, ver esta cinta, reconocida como uno de los estandartes de la lucha feminista, es casi un acto de rebelión en esta época que vivimos.

viernes, 2 de julio de 2010

37 - CANTANDO BAJO LA LLUVIA (Singin' in the rain). Stanley Donen y Gene Kelly. USA, 1952.

Completamente de acuerdo con lo que afirman en EL, Cantando bajo la lluvia necesitó de su tiempo para ser reconocida como lo que es: el mejor musical de la historia del cine.

En primer lugar, por tratar en tono de comedia un tema tan serio como el paso del cine mudo al cine hablado. Dicho traspaso, que supuso el final de la carrera de tantos actores y actrices, es tratado, por otro lado, con uno de los trucos que se intentó en su momento: el doblaje. Eso sí, con la gran ironía de que fuera la protagonista, Debbie Reynolds, la que se viera doblada por la actriz a la que desbancaba en la película.

Luego, por conseguir que refritos de canciones antiguas de musicales (procedentes de los años 30) se hayan quedado de forma permanente en la memoria colectiva como pertenecientes a este título. De tal forma que, en los años 90, y dentro de La catarsis del tomatazo de la escuela de Cristina Rota, fueron de nuevo versioneadas por estupendas voces como la de María Botto.

Y unos números musicales en los que el bienhacer de Kelly (magistral interpretando el tema que da título a la cinta) y Donald O'Connor con su inolvidable "Make'em laugh" combinan unas coreografías que te hacen olvidar el posible origen de las canciones que se interpretan.

También por ser el mejor fruto parido de las privilegiadas mentes de Donen y Kelly, las cuales armonizaron de tal manera que el ritmo y la presentación visual de esta película parecen ir cogidos de la mano para crear un conjunto perfecto.

En su día, la película no fue muy valorada y pasó casi de soslayo por los Oscars(c) de aquel año. Pero las sesiones dobles y el paso del tiempo han conseguido convertir en indiscutible lo que ya os decía al principio. There's no musical like Singin' in the rain!

jueves, 1 de julio de 2010

36 - A MA SOEUR. Catherine Breillart. Francia/Italia, 2001.

Quiso la suerte que en la última edición del Festival de Donosti (la del 2009), la primera sesión al público fuera, precisamente, la de este delicioso film que parecía imposible de conseguir por otro lado. La verdad es que no sabía qué me podía esperar de esta cinta, pero desde luego lo que me encontré fue un placer absoluto y totalmente inesperado.

Esta cinta cuenta la historia de dos hermanas adolescentes, la mayor guapísima y sexy. La pequeña, regordeta y poco agraciada en todos los sentidos. Con el abuso que implica el creerte centro del universo, la de más edad utiliza a la pequeña a su antojo para lograr encontrarse con sus amantes, mientras que la otra tiene que hacer virguerías para no ser pilladas. Y todo parecer ir más o menos sobre ruedas hasta que, al final, un suceso momentáneo de los que te cambian la vida entera, te deja con la boca abierta y queriendo arrodillarte delante de esta directora-guionista.

Por varios motivos. En primer lugar, porque dentro de estar rodada muy al estilo Rohmer, o incluso Chabrol, el ritmo que mantiene este metraje es el justo y adecuado. Te entra de forma suave, sin grandes golpes.

Después, por haber tenido un ojo más que genial a la hora de escoger a las actrices protagonistas. Con lo difícil que es encontrar actores de la edad del pavo (no hay más que ver los productos españoles, donde todos los adolescentes tienen un tufillo de pijos que lo flipas), la Breillart logró encontrar a una Lolita seductora para la hermana mayor y a una gordita con expresión de saber mucho más de la vida de lo que corresponde a su edad.

Quizá, y de forma primordial, el principal valor de este trabajo es que desarrolla la sexualidad femenina siguiendo, hasta el final, el principio de "never complain, never explain". Las chicas están descubriendo su vida más íntima y no sufren ningún tipo de complejo social, ni de culpa católica. Lo afrontan, sin más, como un nuevo y fascinante terreno que explorar.

Para terminar, por la elaboración de un guión que, tocando tantos y controvertidos temas, no pide perdón. Que se atreve a llegar donde muchos otros han querido acercarse, pero nunca se atrevieron a caminar. Sólo por este título, el nombre de Breillart es un nombre a recordar.