viernes, 16 de julio de 2010

47 - FRESAS SALVAJES (Smultronstället). Ingmar Bergman. Suecia, 1957.

Todos conocemos el supuesto recorrido por toda tu vida que haces cuando estás a punto de morir. Pero qué bonito sería que la vida te ofreciera la oportunidad de realizar dicho recorrido a través de un viaje en carretera mientras te diriges a recibir un homenaje a tu existencia.

Este planteamiento es el que promueve esta película que nos ocupa. Sin embargo, y frente a otros títulos del cineasta sueco que resultan a veces difíciles de acceder, en esta ocasión es un viaje, además, ameno.

Fresas salvajes fue una de las primeras películas que disfruté de Bergman y, la primera sorpresa, me llamó mucha la atención que la espesura de la historia era escasa. De hecho, que me lo pasé bien viéndola e, incluso, me reí en alguna ocasión.

Y creo que ésa es la maravilla de este título, que se mueve en un mundo agridulce que te lleva a pensar en lo que la vida consiste en realidad: una combinación de tragos dulces y amargos, pero merecedores de todo el proceso que conocemos como nuestra propia experiencia.

Rodada en blanco y negro, el protagonista es Victor Sjöström, el director con mayor renombre del cine sueco antes de la llegada del propio Bergman. De esta forma, una vez más, la mirada del profesor dice mucho más que lo que expresan las palabras de su guión. Cuentan más las imágenes que se adivinan tras las pupilas de Sjöström que las que se ven en pantalla.

La Academia de Hollywood valoró este trabajo hasta el punto de nominarla al Mejor Guión Original, premio que se llevó, finalmente, Confidencias a medianoche (Michael Gordon, 1959).

Estel original planteamiento que se nos ofrece se ha intentado repetir hasta la saciedad, siendo el ejemplo más claro Desmontando a Harry (1997), de Woody Allen. Pero lo que no ha logrado ninguna de sus versiones es lograr compaginar esa mezcla de nostalgia dulce y aceptación del presente que aquí se nos ofrece.

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