viernes, 11 de junio de 2010

22 - CIUDADANO KANE (Citizen Kane). Orson Welles. USA, 1941.

Considerada en numerosas listas como "la mejor película de todos los tiempos", Ciudadano Kane consigue lo que muy pocos títulos logran: no defraudar al espectador cuando la disfruta por primera vez, por mucho que éste haya oído o leído sobre ella.

El motivo principal se debe a que, pese a los grandes padres del cine (Einsenstein y Griffith), la novedosa fotografía con su malabar uso de la cámara, la tan comentada profundidad de campo y, especialmente, un excelente guión (el único Oscar(c) que se llevó esta cinta) que cuenta la historia con un tempo fraccionado, que salta entre el pasado y el presente con virtuosismo circense, la convierten en punto de inflexión de la historia.

Cuando Welles llegó al Séptimo Arte tras sus múltiples proyectos anteriores (sobre todo, el escándalo que produjo su versión radiada de La guerra de los mundos), ya era considerado como el enfant terrible de Hollywood. Además, desde antes de comenzar a rodar ya corría por los mentideros la historia de que, en realidad, el personaje de Kane era William Randolph Hearst, el magnate de la prensa estadounidense quien parecía tener control absoluto sobre el mundo.

Sin embargo, este joven de 24 años (genial sí, pero no guapo como tantos afirman) consiguió su objetivo y logró que Hearst no se quedara todas las copias para retirarlas del mercado, como pretendía. Todo un órdago ganado, afortunadamente, para la posteridad.

La clave de la trama se muestra al principio de la película cuando Kane, sentado en un sillón y a punto de morir, cita una palabra: Rosebud. Aunque nunca se explica quién ha escuchado al protagonista pronunciar dicha palabra, se inicia en ese momento una investigación periodística sobre el citado ciudadano para descubrir el significado del término enigmático.

Revelar aquí lo que significa sería, de alguna manera, desmontar la historia. Pero sí es importante señalar que, en la vida real, Rosebud (capullo de rosa) era el término que Hearst aplicaba al sexo de su amante, la actriz Marion Davies.

La influencia de Ciudadano Kane es la más alargada de las que en el cine ha habido. Directores de todos los países del mundo han reconocido, libremente, cuánto deben a esta joya. Y lo siguen haciendo.

Pero lo más fascinante de todo es que, pese a todo este peso que la historia le sigue otorgando, es una película realmente entretenida, fascinante y gozosa de ver. Tanto como otra joya rodada ese mismo año que, aunque no aparece en EL, no puedo evitar recomendárosla: El hombre que vendió su alma, de William Dieterle. Otra delicia.

En 1999, Benjamin Ross dirigió RKO 281 (el nombre del estudio donde se rodó Kane), con Liev Schreiber dando vida a Welles. Aunque no estaba mal, dejaba la sensación de que sólo se narraba la superficie de los acontecimientos, sin llegar más allá. Es más, que la imaginación personal de cada uno de nosotros es capaz de sacar más cosas de la obra de Welles que las que nos pueda contar ningún cineasta.

1 comentario:

  1. Un ejemplo de Totemnizacion en nuestra cultura occidental. No se la puede criticar, tal vez desde los aspectos técnicos sea lo mejor, la obra cumbre de un gran maestro.
    Pero el mensaje es de lo peor, mostrar el lado humano de un burgues, ¿con quien nos quieren distraer? De cuarta me parece la trama.

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