A la hora de los conflictos básicos, las películas de propaganda en ambos bandos son elemento indispensable para animar a la juventud no sólo a unirse con alegría a las huestes de su país, sino que además reafirman los ideales por los que se supone que uno mata en el frente.
Entre este tipo de títulos, destacan dos maravillas fílmicas: El gran dictador (Charles Chaplin, 1940, que, sorprendentemente, no aparece en EL) y Ser o no ser, la obra de la que ahora nos ocupamos.
El genio de Lubitsch, lejos de presentarnos secuencias heroicas de batallas imposibles, ganó adeptos por la vía de la inteligencia. Apoyándose en un magistral guión de Edwin Justus Mayer, y, por supuesto, en el toque Lubitsch (ese capaz de hacer invitador lo simplemente insinuado), el director judío alemán nos lleva al centro de un grupo teatral de Varsovia justo antes de que Polonia fuera invadida por los nazis.
El actor principal de dicha formación es un tremendo egocéntrico que se siente desmoronar cuando, al inicio del más famoso monólogo de todos los tiempos (el "ser o no ser" de Hamlet), un hombre de entre el público se levanta y abandona la sala. Una afrenta que lejos está de imaginar que se trata de una estratagema de su esposa, la actriz principal, para encontrarse con uno de sus admiradores.
A partir de este planteamiento, los miembros del grupo de teatro se verán entremezclados en una trama en la que nazis y actores haciendo de nazis se irán alternando para conseguir que los últimos, burlándose de la estupidez de los primeros, consigan hacerles el lío suficiente para escapar de sus garras.
Momentos hilarantes, diálogos de premio y unas interpretaciones de lujo dotan a esta cinta de los elementos suficientes para que roce la perfección. Jack Benny, como el actor enamorado de sí mismo, y Carole Lombard, como su esposa, realizan una gozada de papeles que destacan todavía más por la gran labor de los actores de reparto que les rodean.
La lástima fue que la Lombard no pudo gozar de las mieles de un trabajo tan fino al morir, en accidente de avión, antes del estreno de este título.
En 1983, Mel Brooks realizó un remake homónimo de esta obra maestra (aquí rebautizado como Soy o no soy). Aunque no se pueda decir que resultara fallido, y que se le agradezca la inclusión de un personaje homosexual para destacar que a éstos se les llevaba a los campos de concentración con la marca de un triángulo rosa, su resultado final dista bastante de la elegancia que se disfruta a lo largo de la obra original que exige un visionado indispensable.
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