Otro de los padres del cine que más veces aparece en EL es el genial Buster Keaton, al que se le cita con varias películas.
Entre ellas, esta delicia titulada El héroe del río, en la que el cineasta da vida a un lechuguino que vuelve a su pueblo de origen tras haber estudiado en la ciudad. Al reencontrarse con sus familiares, su delicadeza y finura le ponen en entredicho frente al resto del pueblo.
Y este tema de fondo es el que se trata en toda la película. En definitiva, la masculinidad del protagonista, al que se toma por nenaza tras su vida en la metrópolis (un planteamiento que aparecerá incluso en Zoolander (Ben Stiller, 2001), cuando el protagonista, el propio Stiller, vuelve al pueblo minero del que procede).
Lo fascinante de esta obra es el comprobar que el famoso asunto de "el hombre nuevo", que en nuestros días ha llegado a llamarse "metrosexual", ya aparece en las primeras décadas del siglo pasado. Sin embargo, la II Guerra Mundial, y los posteriores conflictos bélicos, necesitaron del mantenimiento de un hombre primitivo, de instintos básicos que llega a matar al ajeno sin más. Y así nos educaron.
Por otro lado, y como siempre en el cine de Keaton, es un placer real disfrutar de las capacidades cabriolísticas del actor. Sus brincos, saltos, carreras y demás habilidades físicas, unidas a su inamovible expresión facial, son elementos que llevan haciendo reír al respetable desde el momento de su rodaje.
Una gozada.
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