jueves, 26 de agosto de 2010

76 - EL JOVENCITO FRANKENSTEIN (Young Frankenstein). Mel Brooks. USA, 1974.

La mejor parodia que se ha hecho en todos los tiempos, esta obra encuentra sus fuentes en las primeras películas centradas en la capacidad creadora del doctor Frankenstein. Pero no sólo en las dos primeras dirigidas por James Whale, ya aquí reseñadas, sino también en la tercera de la saga, Son of Frankenstein (Rowland V. Lee, 1939), de la que sale, por ejemplo, el militar con el brazo de madera, al que, en realidad, no se le parodia tanto ya que el original es bastante ridículo.

Según EL, ésta es la obra "más centrada" de Mel Brooks, pero a mí me parece una injusticia para el genio de obras como La última locura (1976). Eso sí, lo que puede ser cierto es que nunca tuvo tanto talento alrededor aprovechado de forma tan certera.

El reparto, pieza fundamental para esta obra, encajaba perfectamente en los decorados utilizados, exactamente los mismos que se crearon para la primera obra de Whale, en 1931. Gene Wilder, como el heredero a su pesar de la saga de los Frankenstein (que él insiste en pronunciar Fronkonstin), da la réplica perfecta al jorobado Igor (un impagable Marty Feldman); a una traviesilla y sexy ayudante local (Teri Garr); al propio monstruo, al que da vida Peter Boyle; a un ama de llaves cuyo nombre, cada vez que es pronunciado, excita a los caballos (magistral Cloris Leachman); y, como no puede ser menos, a la habitual del cine de Brooks, una tremenda Madeline Kahn que, de ser una niña pija que no puede consentir que se le corra el maquillaje, pasa a ser una fiera del sexo una vez se ha convertido en la Novia de Frankenstein.

Los golpes de risa se suceden con el ritmo adecuado y hay unos juegos de palabras que se le quedan a uno clavados en la mente ("¡vaya par de aldabas!", "gracias, doctor").

Lo tremendo de este título es la longevidad que le acompaña. No basta con verla una sola vez porque, me atrevo a afirmar, hasta el tercer visionado sigues encontrando golpes nuevos. Y, después, pasado un tiempito, si la vuelves a ver te vuelves a doblar de la risa a golpe de carcajada estruendosa.

Pensar a estas alturas que alguien no haya visto esta comedia por excelencia parece casi una herejía. Pero qué gozada seguir redescubriéndola una y otra vez.

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