Hay quien dice que los mundos oníricos de Fellini se le hacen muy cuesta arriba. Yo respondo que no siempre sus películas son un mundo creado en la mente dormida. Como ejemplo, valga esta maravillosa historia que fue la responsable de que tanto su director como sus protagonistas lograran un éxito tremendo a nivel internacional.
Y no es para menos. Basándose en su propia experiencia (se dice que Fellini se escapó con un circo a los 12 años de edad), el mundo circense es una de las constantes en el cine del genio italiano.
Así como su musa y esposa, Giulietta Massina, quien encontró en este tipo de personajes una veta que continuaría en Las noches de Cabiria (1957), que también aparecerá en este blog. De hecho, estas dos películas se han dado a conocer como los títulos de la redención en el cine de Fellini. Pero yo no les daría este nombre sino que, desde mi punto de vista, ambos personajes muestran una tremenda capacidad de aceptación de la realidad, por más negra que ésta se presente.
En el caso que nos ocupa, Gesolmina (Massina) es comprada por el forzudo personaje de Anthony Quinn, quien necesita una ayudante para su número de romper las cadenas que se ajusta al pecho. Su forma de tratar a la chica, a la que obliga a hacer funciones de payaso, claramente inspirado por Charlot, demuestra que no es que no tenga sentimientos, sino que no sabe cómo sacarlos a flote.
Las peripecias en las que se ven metidos a lo largo de esa strada del título son los alicientes deliciosos que uno va disfrutando en este metraje. Una maravilla con la que terminarás queriendo abrazar a la protagonista y cederle tu hombro para que se apoye y, por fin, descanse.
viernes, 13 de agosto de 2010
67 - LA STRADA. Federico Fellini. Italia, 1954.
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