Tras el éxito en el mundo de Nosferatu, el vampiro (ya reseñada en este blog) y, sobre todo, El último (1924), de próxima aparición, Hollywood tuvo claro que querían reclutar para sus filas a F.W. Murnau, el director responsable de ambos aciertos.
William Fox (¡adivinad cuál era su productora!) se llevó el gato al agua y prometió al cineasta todos los medios y la libertad creativa que quisiera para que se fuera a rodar con ellos. El resultado es este Amanecer que nos ocupa.
Así, sin más, lo principal de esta joya es que, pese a su apariencia de cotidianeidad, de haber sido incluso una producción barata, la cantidad de recursos técnicos que se utilizaron para lograrla fueron innumerables. Sobre todo en los movimientos de cámara y en la iluminación de las secuencias.
Pero este título padece de dos males anémicos que le llegaron en su momento de exposición pública. Por un lado, los efectos sonoros que se utilizaron en esta cinta fueron una más que importante transición entre el cine mudo y el sonoro. Pero, pocos meses después de su estreno, apareció El cantante de jazz (Alan Crosland, 1927), título que ha pasado a la historia como la primera película sonora de todos los tiempos, y punto.
Su segundo handicap es que 1927 también fue el primer año en el que se concedieron los Oscars (c). Y, como ganadora de Mejor Película del año, la que figura en todos los anales es Alas (William A. Wellman, 1927), aunque nadie se molesta en aclarar que ese año se entregaron dos premios en esa categoría: el citado ahora, como Mejor Producción; y el título que nos ocupa, que se llevó el de Mejor Película en Mejor Producción Artística).
En el papel de la sufrida esposa nos encontramos a Janet Gaynor, la primera ganadora a la estauilla dorada en la categoría de Mejor Actriz (al principio, no había premios para los intérpretes de reparto) por este trabajo junto a los que también interpretó en El séptimo cielo (Frank Borzage, 1927) y El ángel de la calle (también de Borzage, pero de 1928). Sí, por lo visto, en aquellos años podías aspirar al premio por diversos títulos, no como ahora que hay que escoger por cuál de tus trabajos quieres aspirar (que se lo digan a la Streep).
En todo caso, la historia de este hombre de campo que se ve dividido entre la pasión que le despierta la aventurera de ciudad (una vampírica femme fatale) y el cumplimento de la exigencia de ésta de eliminar a su propia mujer sigue despertando simpatías e, incluso, embeleso en los espectadores.
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