Muy buena parte de ese éxito vino dado por la descomunal acogida del tema principal de la cinta, homónimo a ésta, que se promocionó con un vídeo-clip en el que numerosas personalidades gritaban aquello de "ghost busters...".
Pero también ayudó el reparto. Los creadores de la historia, Harold Ramis y Dan Ackroyd, ambos muy populares por el programa Saturday Night Live (que en su versión española no ha cuajado), fueron los que parieron a esos científicos medio chalados que enfocan sus energías en luchar contra los ectoplasmas. También ayudó la presencia de Sigourney Weaver, en uno de sus personajes más sensuales para estar a la altura de ser objeto de deseo del fantasma-jefe, un chungo total.
Pero el que, sin duda, se llevó el gato al agua fue el maestro Bill Murray, un especialista en personajes de caraduras egocéntricos que, con su creación, conquista al espectador más reticente a ser seducido. Su genialidad cómica es la que provoca la mayor parte de los momentos de carcajada pura que se encuentran en este metraje.
Está claro que la dirección de Ivan Reitman fue otro elemento determinante. No en vano, combinar acción real con bichos gelatinosos y verdes que se aparecen en bibliotecas estaba lejos de contar con las facilidades que tiene hoy en día. Pero, además, presentar a ese mismo bicho verde como un personaje secundario y encantador, hasta el punto de ser un reto para el casting, es tarea difícil.
Se podría pensar que Jason, hijo de Ivan y autor de una maravilla como Juno (2007), podría plantearse una tercera parte de esta saga. No estaría mal si no fuera por el relativo fracaso de la segunda parte.
Rodada en 1989, y reuniendo de nuevo a todo el equipo de la primera (incluyendo a un Rick Moranis que sale perdiendo con el nuevo enfoque que le dan a su personaje), lo más destacable de la misma volvía a ser la tremenda interpretación de Murray. Eso sí, la cinta entera se venía abajo con ese final pro-yankee total, que parecía sacado de un film bélico, más que de una comedia.
Lo que sí se puede afirmar es que la influencia de estos cazafantasmas sigue vigente y se les cita en películas tan dispares como Casper (Brad Silberling, 1995) o en la más reciente serie televisiva Colgados en Philadelphia (2005).
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