martes, 24 de agosto de 2010

75 - MADAME DE...Max Ophüls. Francia/Italia, 1953.

Inspirada en una novela corta de Louise de Vilmorin, esta cinta es un ejemplo de las raras ocasiones en las que una adaptación al cine supera el texto original. La principal de las razones: el exagerado perfeccionismo de su director, un cineasta al que sus colaboradores más cercanos definen como barroco, encantador de serpientes y pequeño tirano.

Según comentan, antes de empezar cualquier rodaje, Ophüls se encerraba solo en el decorado y luego hablaba media hora con cada uno de los actores para contrastar puntos de vista. Algo que choca de frente con su tendencia tan en contra de los primeros planos. Según afirmaba: "a los actores se les puede disfrazar de muchas maneras", refiriéndose a que no sólo el vestuario definía un personaje, sino que los objetos inanimados, una estufa, por ejemplo, delante de un actor, le complementa su apariencia.

De entre todos los intérpretes con los que trabajó, su favorita por excelencia era Danielle Darrieux quien, en este caso, daba vida a la mujer anónima del título.

Comienza la narración con dicha señora empeñando unos pendientes de diamantes, por motivos que no quedan claros del todo. A continuación, su propio marido (Charles Boyer) los vuelve a comprar para regalarlos a una de sus amantes que se traslada a Constantinopla, donde los vende a su vez. Años más tarde, un diplomático (Vittorio de Sica) conocerá a Madame de, se enamorará de ella y le regalará los pendientes que él había comprado en la moderna Estambul.

Estos movimientos son sólo una parte del juego que se establece, a lo largo de toda la cinta, con el paradero de los pendientes. Uno de los recursos que más gustaba a Ophüls, éste de seguir la trama con el paso de un objeto de un personaje a otro, servirá también en este caso para definir a los personajes. Para el diplomático, un sencillo regalo de cara a alguna querida se convierte en definitivo de cara a su relación con la mujer. Para el marido, los pendientes son como una marca de ganado, la prueba de que su esposa le pertenece. Finalmente, para ella, estas joyas son la prueba suprema de su historia de amor con el diplomático, llegando a entregarlo todo por retenerlos a su lado.

Llama la atención que la doble moral que se presenta en el matrimonio de la protagonista, mantenido al principio, pasa a ser inaceptable cuando, en palabras del marido, éste razona que: "no me importaba que tuvieras tus aventuras, pero lo que no puedo permitir es tener un rival al que ames más que a mí". Es decir, la posesión del amor de cara a la sociedad, uno de los puntos más interesantes de esta película que aparece, sin falta, en toda lista de grandes películas de la historia del cine. No podía faltar en EL.

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