Uno de los directores más enigmáticos de la historia del cine, Terrence Malick, rodó su primer largometraje con todos los elementos en su contra.
De entrada, nadie creía en contar la historia de una pareja de adolescentes chorizos al más puro estilo Bonnie y Clyde, pero con la gran diferencia de que él estaba convencido de ser un nuevo James Dean, incluyendo el considerarse una gran estrella. Y como tal se comportaba.
Después, el presupuesto con el que contó era tirando a ridículo. Los actores elegidos tenían diez años o más que los personajes a los que daban vida. De hecho, Martin Sheen, más guapo que nunca, eso sí, fue al casting cuando tanto el director como la protagonista, ya elegida, Sissy Spacek, pensaban que le iban a decir amablemente que no era lo que buscaban.
Los paisajes en los que rodaban no eran, precisamente, gratos en ningún sentido. Y la orden más directa que Malick dirigía a los actores era "volveos locos". Y, sobre todo, hasta tener todo el metraje terminado no tenían apoyo de ninguno de los grandes estudios.
Sin embargo, frente a tanto contratiempo, pudo una singularidad con la que cuenta este cineasta y que tan raro es encontrar. El sentido de la poesía de Malick. Un tercer ojo especial que logra combinar secuencias de belleza natural con un sentido de los elementos del mundo flotante para lograr que su cine te duche como si te vieras metido en el centro de un soneto.
Un elemento fundamental para este logro es la voz en off de la chica contándonos sus entradas en su diario personal. Un recurso que utilizará en todas sus obras (falta por ver la recién terminada The tree of life).
Tan curioso como su personaje, que no concede entrevistas nunca, es la carrera de este señor. Dos películas en los 70, una a finales de los 90, y la estrenada en esta década. De entre las cuatro, las tres primeras son, sencillamente, obras maestras (las dos que faltan, Días del cielo (1979) y La delgada línea roja (1998), también aparecen en EL, por lo que llegarán a este blog). La última, El nuevo mundo (2005), bastante fallida, contiene momentos de belleza suprema innegables.
Malas tierras cuenta con el valor añadido de ser un retrato certero de esa juventud que, hasta entonces, nunca se había encontrado en las películas. Pero, a modo de curiosidad, es la única ocasión en la que se puede ver el rostro de Terrence Malick en pantalla como un visitante no querido en una casa cuyo dueño es rehén de los protas. Mirad su rostro y leed su cara, leed...
jueves, 5 de agosto de 2010
61 - MALAS TIERRAS (Badlands). Terrence Malick. USA, 1973.
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