sábado, 21 de agosto de 2010

71 - LA NOVIA DE FRANKENSTEIN (Bride of Frankenstein). James Whale. USA, 1935.

Segunda parte de la película que dio principio a todo (entrada 69), La novia de Frankenstein tardó cuatro años en ver iniciada su producción, en principio, porque ése fue el tiempo que se tardó en convencer a James Whale para que la dirigiera.

Con muchos lugares comunes que la une a su precedente, también aquí se nos oculta al principio quién da vida a la Novia. Los actores principales repitieron sus papeles. Y, de hecho, el escenario corresponde exactamente al pueblo de la primera parte.

Los cambios, quizá, sean lo que consigue que, para todos los estudiosos, esta película resulte superior a la primera parte. Comenzando por el guión. Frente a tanta secuela como nos llegan hoy en día, que no parecen ni parientes cercanos de las primeras, o todo lo contrario, en esta cinta tuvieron la gran ocurrencia de justificar la historia que se va a contar mostrando a la autora original, Mary Shelley, que continúa con su relato a petición de Shelley y Byron, durante una tormenta.

Elsa Lanchester, que daría vida tanto a la Shelley como a la Novia, ascendió con este trabajo al Olimpo de los Iconos Eternos de la Historia del Cine. Su modelazo de túnico con peinado eléctrico adornado por dos mechones blancos sigue siendo imitado sin fin. Aunque sólo merece la pena pararse en el que llevaría Madeline Kahn en El jovencito Frankenstein, que, ya anuncié, aparecerá pronto en este blog.

También de esta segunda parte saldrían momentos utilizados en la parodia antes citada, como la famosa secuencia del ciego tocando el "Ave María", de Schubert y su relación con el Monstruo.

Frente a su oposición, Karloff tuvo que hablar algunas palabras, un recurso que contó con el apoyo absoluto del público de la época por la magistral forma en la que el actor utilizó su gargante emitiendo unas palabras que parecen gemidos.

Un gran aporte en esta parte fue el más que cómico papel al que da vida la genial Una O'Connor. Una especie de cotilla del pueblo, chillona y estridente, que consigue rizar el rizo al provocar la risa sin que ella sea consciente de lo graciosa que es.

Otra cita que aparece en esta obra es la que dio título a esa delicia cinematográfica que es Dioses y monstruos (Bill Condon, 1998), la adaptación a la gran pantalla de la novela de Christopher Bram, El padre de Frankenstein. En ella, se ficcionaliza los últimos tiempos de la vida del director, Whale, y se muestra el momento original en el que el doctor Pretorius exclama, emocionado, "ha llegado el momento de los dioses y monstruos".

Quizá sí.

La serie sobre la vida de este monstruo

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