Afirman en EL, y supongo que otros habrá, que Manhattan es una segunda parte de Annie Hall, la cinta que dos años antes había subido a Woody Allen a la cúpula de los cineastas, aparte de lograrle los Oscars(c) de Mejor Película, Mejor Director y Mejor Guión Original, a los que se sumaba el de Diane Keaton como Mejor Actriz del año (también está en EL, ergo tendrá su entrada).
Pero, desde mi punto de vista, esta joya es una muy particular historia de amor: la de un hombre con su ciudad. El guión es igual de magistral que los anteriores, el personaje de Allen sigue siendo el mismo de siempre y las mujeres de las que se rodea (la Keaton, Meryl Streep y Mariel Hemingway) están en perfecta forma para mantenerse al nivel del cineasta.
Como curiosidad, contaros que la Hemingway estuvo nominada por este trabajo, pero se lo llevó a casa la Streep por su papel en Kramer contra Kramer (Robert Benton, 1979), la gran ganadora de aquel año.
Nueva York, y en concreto Manhattan, sigue siendo el mayor decorado del mundo para las películas y series que se ruedan. Pero nunca se había visto tan hermosa y atractiva como en esta ocasión. Rodada en blanco y negro, con sus mejores perfiles buscados y mostrados desde sus mejores ángulos y, como no podía ser de otra manera, bañada en la música de George Gershwin, se convierte directamente en escenario ideal para un cuento de hadas. Se oculta todo lo negro y deleznable de la ciudad, pero así son los cuentos: todo es perfecto.
En este sentido, el único título que se le puede equiparar es otra maravilla fílmica, Of time and the city (2008), un festín visual que Terence Davies dedica a su ciudad, Liverpool.
Si te animas a ver Manhattan, no te olvides de que, según termine, lo único que vas a querer hacer es coger las maletas y pirarte a la Gran Manzana. Con mirada de fábula en tu cara.
sábado, 21 de agosto de 2010
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