Cuando tuve la suerte de entrevistar a Paul Bartel (cineasta irreverente al que le debemos títulos tan fascinantes como ¿Y si nos comemos a Raul?, 1982, que debería estar incluido en EL), le pregunté cuáles eran sus películas favoritas de todos los tiempos. Me dio dos: Babe, el cerdito valiente (que llegará mañana al blog) y la que aquí nos ocupa.
Estábamos en la segunda mitad de los 90 y, entonces, antes de la llegada del DVD, era muy difícil conseguir películas antiguas en formato visible en nuestro país. Por suerte, pocos años después la pude conseguir por internet y disfrutarla como se merece.
Rodada durante el periodo más negro de la historia de Francia, la Ocupación Nazi, lo primero que llama la atención de esta maravilla es el ingenio demostrado por su magnífico guionista, Jacques Prevert, a la hora de colársela a los censores alemanes, un ejercicio que en España se tuvo que sufrir durante los cuarenta años desgraciadamente franquistas.
La principal protagonista está encarnada por Arletty, con el personaje de una actriz que despierta las pasiones de los tres protagonistas masculinos. En esta fórmula, y según el propio director, ella representa a la Francia ocupada mientras que cada uno de sus pretendientes encarna a las tres fuerzas que la quieren dominar (los sinvergüenzas, los fieles a la patria y los ocupantes germanos). Y éste será el desarrollo de la historia, contada en tono de comedia romántica.
El rodaje se alargó durante 18 meses y entre sus problemas se encontraban el contar en el equipo con dos artistas judíos que tuvieron que trabajar en la clandestinidad. Para cuando se terminó el rodaje, el metraje era tan extenso que Carné consiguió convencer al distribuidor de dividir la obra en dos partes que se proyectarían en el mismo teatro cobrando el doble de la entrada habitual.
Las interpretaciones de todos son excepcionales (quizá Arletty está un poco demasiado esfinge emporrada), pero destaca particularmente la maravillosa labor de Jean-Louis Barrault, dando vida a un mimo prodigioso. El personaje parte de una base real que fue la de un actor de pantomima muy popular que, por movidas legales, protagonizó un juicio con muchísima asistencia pública ya que todos querían oirle hablar con su voz real.
El título tiene dos puntos de origen, también según Carné. Por un lado, en aquellos tiempos, en los teatros, lo que hoy conocemos como gallinero se llamaba el Paraíso. Y, por otro, en el barrio de los teatros (el bulevar del crimen que da nombre a la primera parte de esta cinta), existía una tienda de juguetes que se llamaba Le Paradis des Enfants.
Resulta curioso que la actriz protagonista, la citada Arletty, fue amante de un oficial nazi durante ese periodo de la ocupación. Dice Carné que el mando militar germano era un hombre guapo y educado. Quizá sea ésta una de las razones por la que los compañeros de profesión ayudaron a la intérprete para evitar ser marcada con el rape de pelo que se inflingía en las mujeres que se habían entregado a los nazis.
Dos años después de su estreno en Francia la cinta obtuvo una nominación a los Oscar(c) al Mejor Guión Original, aunque finalmente fue a parar a Muriel y Sydney Box por su labor en El séptimo velo (Compton Bennet, 1945).
Cuando se piensa en títulos que trascenderán el paso del tiempo y se conservarán para siempre, Les enfants du Paradis es uno de los títulos que no deja lugar a la duda: sobrevivirá.
martes, 10 de agosto de 2010
64 - LES ENFANTS DU PARADIS. Marcel Carné. Francia, 1945.
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