Aunque en su momento fue muy mal recibida por todos los sectores políticos italianos, a nadie se le ocurre, en la actualidad, negar que esta cinta es una de las mayores joyas del neorrealismo. Desde luego, no son muchas las que logran tocarte el corazón con tanta puntería.
Resultado de un trabajo en equipo que contó con siete guionistas, esta maravilla transformó la novela original para llevarnos de la mano hacia las angustias vitales de un hombre que necesita de su bicicleta para conseguir y mantener su puesto de trabajo. Con la presión brutal de tener que mantener a toda su familia.
Especialmente, es emocionante la relación que mantiene con su hijo mayor, un chaval de poca edad que encierra en la mirada una comprensión de las situaciones por las que pasan que supera a la de muchas personas supuestamente adultas. La compenetración entre ambos es algo que de Sica, en su momento, defendía como "universal". Un comentario excesivo, la verdad.
Dicen en EL que un crítico la había defendido como la mejor película comunista de la historia aunque, evidentemente, no se vio así en los USA, donde obtuvo el Oscar(c) a la Mejor Película de Habla No Inglesa.
Pero tampoco se vio así en España, donde sería inspiración directa de uno de los mejores títulos de la historia de nuestra cinematografía, Mi tío Jacinto (Ladislao Vajda, 1956), otra joya fundamental que tampoco quedaría mal dentro de "las 1001 que ver antes de morir".
A nivel personal, me encanta que los carteles que va pegando el padre por las paredes, antes de que le roben la bici, muestren a Rita Hayworth en estado puro. Un enfrentamiento directo y emotivo de la terrible realidad frente al mundo de los sueños que son las películas.
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