Por seguir un poco con las rarezas que habitan las páginas del libro-guía que estoy comentando, pego un salto a Tampopo, una delicia nipona que convierte, más que otras que lo han intentado, a la gastronomía en todo un recital erótico, realmente apetecible.
Su director, Juzo Itami, fue un cineasta del país del sol naciente que comenzó su carrera como actor apareciendo en películas como 55 días en Pekín o Lord Jim. A sus 50 años de edad, dio un giro a su carrera y comenzó a aparecer como productor, guionista y director de varias películas, con una tendencia clara hacia la comedia. Situación que mantuvo hasta el mismo año de su muerte, 1997, fecha también de su último trabajo.
Tampopo, su segundo título, es la historia de una viuda, alegre de mente, fuerte en su determinación de conseguir ser la mejor cocinera de ramen (los fideos japoneses gordos). Aunque en el libro se centran en destacar los tres temas principales de la obra (la comida, el sexo y la muerte) no hay que dejarse llevar por la pereza que pueda provocar este supuesto simbolismo.
Lo que de verdad convierte a esta cinta en una obra grande es, precisamente, la forma naif y casi pop en la que presenta las fascinantes imágenes que recorren la mente de la protagonista en su camino hacia el éxito: su propio restaurante.
Fue el propio Itami quien definió a Tampopo como un ramen western (en clara referencia a los spaghetti western de Leone), pero no hay película del oeste que haya incluido, con tanta gracia, unas secuencias coloristas en las que la mujer se ve a sí misma como un objeto de deseo de su propia arte culinaria.
Las carcajadas que arranca el visionado de esta obra son de las de verdad, las que vienen desde la tripa, por varios motivos. El primero es, desde luego, el desconocimiento previo de un cine tan disparatadamente divertido. Hasta esta película nunca se me habría ocurrido que una película japonesa pudiera recibir de forma artera el calificativo de petarda.
El segundo, una interpretación por parte de Nabuko Miyamoto, la Tampopo del título, digna de ser recordada en los anales del Séptimo Arte aunque sólo fuera por este trabajo.
Por último, una presentación tan colorista y viva que da alegría desde el momento que te pones delante de la pantalla. Una festividad cromática que sólo se verá superada quince años después con la producción tailandesa Las lágrimas del Tigre Negro.
Pese a que esta película obtuvo diferentes galardones en los Goya japoneses y fue una de las finalistas a la Mejor Película de Habla No Inglesa en los Premios Independent Spirit (ganó Mi vida como un perro, de Lasse Halsltröm), lo cierto es que nunca consiguió distribución en nuestro país. Bueno, como tantas otras...
Para terminar, sé que mis dos primeras entradas son de títulos difíciles de conseguir, pero mañana sin falta hablaré de una película mucho más popular, que también abundan en el libro que me ocupa.
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Pues yo esta, ¡la quiero!
ResponderEliminary esta te la he bajado yo??? a mi tb me apetecería verla...
ResponderEliminarEs una pelicula "linda" tiene un poco de todo.
ResponderEliminarPero a mi entender tampoco es la graaan trama.