Para mi primera entrada, he elegido una de las rarezas que aparecen en el libro y que, realmente, es uno de los motivos por los que me empeño en el ejercicio de intentar verlas todas.
Además, me sirve como ejemplo de que la edición de mi ejemplar, aunque parezca tan cuidada, tiene diversas erratas que pienso ir destacando. En este caso, Force of evil aparece traducida como La fuerza del destino, algo que no le corresponde ni de lejos. De hecho, tras comprobarlo en la página del Ministerio de Cultura, esta película no tiene traducción por no haber sido nunca estrenada en nuestro país.
En todo caso, y gracias al padrinaje de Martin Scorsese, esta película se puede conseguir en una edición básica en DVD, en su inglés original pero sin subtítulos ni extras ninguno.
Eso sí, merece la pena, porque es una de esas joyas en blanco y negro que, por momentos, parecen superar al actual sistema en 3D dado que, de la perfección de la imagen, da más apariencia de ser un sobreimpresionado que una cinta rodada en el clásico 35 mm.
En el libro, que está escrito por un amplio grupo de críticos de buena parte del mundo, comparan a esta joya con La noche del cazador, comparativa que no comparto porque mientras que en ésta los niveles de crudeza se logran a través, sobre todo, de la impresionante interpretación de Robert Mitchum, en el caso que nos ocupa lo que aportan los protagonistas es más delicadeza y elegancia a un guión ya de por sí exquisito.
El director, Abraham Polonski, es uno de esos personajes curiosos que han desfilado por la historia del cine y al que, de no haber sido, posiblemente, por su inclusión en esta lista, nadie recordaría. Y eso que en el año 1947, justo uno antes que este título, estuvo nominado al Oscar(c) al Mejor Guión Original por Cuerpo y alma, de Robert Rossen, también protagonizada por John Garfield.
Enmarcada en el más puro estilo del cine negro, lo que hace Polonski es darle la vuelta a la tortilla y pasar de un formato en el que los héroes, o antihéroes, hablan con el chicle en la boca (querido Bogart), a una presentación en la que su protagonista, el antes citado Garfield, recita más que interpreta su texto.
Además, los enemigos a los que se enfrenta no sólo son gordetes y torpones, sino que uno de ellos es su hermano. Esto último le da a la película un toque shakesperiano por la tendencia del Bardo a contarnos entresijos chungos familiares entre las familias reales de Dinamarca, por ejemplo.
Aunque, en el cine, las voces en off son herramienta delicada que siempre hay que cuidar de forma restringida, la constante aparición de la voz de Garfield, concluyendo o presentando las tramas, son casi respiros de recital en los que te dejas llevar por una voz que es arrullo.
Desde luego, en este caso, sí que deberíais intentar no perderos esta película antes de diñarla.
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