Ahora que Tim Burton ha vuelto a poner de moda la historia de la niña que desaparece en un mundo maravilloso persiguiendo a un conejo blanco (un 10 visualmente, demasiado narniana en su historia), es buen momento para ocuparnos de esta rareza que aparece en EL.
Su autor, Jan Svankmajer, es uno de los grandes en el mundo de la animación de la Europa del Este, pero en lugar de encontrarnos con un trabajo de autor, como defiende EL, la realidad es que este título resulta decepcionante por diversos factores.
En primer lugar, en vez de encontrarnos con paisajes fascinante, nos sentimos con una claustrofobia rabiosa porque apenas se nos saca del cuarto inicial donde la niña crece y decrece a base de galletitas y tal. El ahogo se hace patente.
El rostro de la protagonista, que es mono y tal, y es la única faz humana que se ve en la película (a su guardesa sólo se la ven las manos al principio, se convierte en antipático al serle adjudicado un lado narrador, reiterativo, por el que cuando, por ejemplo, el conejo dice la consabida O, dear, O, dear, la boca de la niña dice comentó el conejo. Realmente antipático.
Por último, los personaje de todos conocidos (el conejo blanco, o el Sombrerero Loco al que ahora todos ponemos rostro de Johnny Depp) parecen creados con los restos encontrados en un nido de águilas, con calaveras de pajarracos y huesos imposibles de ubicar en ninguna anatomía.
Lo cierto es que este tipo de animación nunca ha sido de mi agrado, ésa que parece que todo va a trompicones, salvo por la tremenda influencia que ha tenido en genialidades actuales como toda la saga South Park.
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