martes, 14 de septiembre de 2010

89 - LA GRAN ILUSION (La grande illusion). Jean Renoir. Francia, 1937.

La genialidad de Renoir, al cual ya hemos conocido con La regla del juego (una película que se rodó dos años más tarde que la que nos ocupa), se hizo patente desde el principio de su entrada en el mundo del cine.

Con esta obra, ubicada históricamente en la I Guerra Mundial, nos encontramos ante una fábula en la que en un campo de prisioneros alemán vemos como los oficiales de un bando y otro juegan a crear una especie de sociedad elegante y refinada en el marco hostil que supone todo enfrentamiento bélico.

Si ya fue difícil sacarla adelante (se consiguió la financiación cuando el gran amor de Renoir, el actor Jean Gabin, accedió a protagonizarla), más difícil tendría su posterior carrera. También el hecho de que Erich von Stroheim accediera a dar vida al oficial alemán supuso que su personaje, de menor presencia en el guión original, creciera y se convirtiera en uno de los protagonistas.

Rodada en blanco y negro, la influencia que el cineasta recibió de su aclamado padre y sus pinturas se deja ver en muchos de los planos que resultan pictóricamente hermosos hasta el punto de que algunos dan ganas de enmarcarlos.

En su momento, obtuvo el Premio Especial del Jurado en el Festival de Venecia, pero fue prohibida en Francia e Italia durante la época de dominio nazi. Y eso que a Goering le gustaba, mientras que Goebbels la temía. Por su parte, Roosevelt declaró que era una cinta de obligatorio visionado para cualquier demócrata que se preciara.

Pero esa gran ilusión de la que habla el título se refiere al submundo mágico que se crea en el supuesto campo de prisioneros, un microcosmos en el que, pese a que los detenidos no cesan de intentar escapar, nunca se pierden las formas. Una utopía digna de ser soñada.

Hoy en día, y vista con perspectiva histórica, sigue siendo uno de los más bellos cuentos hechos alrededor de las terribles guerras. Todos los personajes, absolutamente todos, están perfectamente interpretados y resulta un placer verles interactuando. Eso sí, llama la atención que, para su estreno en USA, no aparecieran en los subtítulos la palabra judío, algo que molestó profundamente a su director.

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