Uno de los primeros biopics de la historia del cine, la grandeza de esta obra magna consiste en la utilización de múltiples recursos que luego se irían convirtiendo en elementos cotidianos en las producciones fílmicas. Entre ellos, destaca el uso del color en algunos de los planos (con los colores de la bandera francesa, por ejemplo) o la imagen tripartita con la que se muestran distintos aspectos de lo que está sucediendo.
Pero resulta fundamental el que, por primera vez, se contaría parte del relato (el correspondiente a los años escolares del futuro emperador) desde el punto de vista subjetivo de un niño, adelantándose así a personajes como el Elliot de E.T. (que también llegará a este blog).
Sujeta a distintas versiones, debido principalmente a lo moderno de su planteamiento en los tiempos en que no había llegado el sonoro, se le fue incorporando partes sonoras e, incluso, se llegó a estrenar una variante en la que se escuchaban diálogos completos.
Hoy en día son muchos los que la critican de no ser muy profunda en lo referente al estudio del personaje principal, pero lo que no se tiene en cuenta es que, precisamente eso, es uno de los encantos de esta maravilla. La visión que se logra del líder francés es la de un hombre "condenado" a su destino, a una posición mundial que no parece tener remedio.
De entre las múltiples formas en las que se ha presentado al público (llegó a exisitir una versión de 70 minutos estrenada en los USA), la que ahora se muestra habitualmente es una de 4 horas de duración que cuenta con una banda sonora asignada en la que se incluye la icónica "La Marsellesa", uno de los momentos más álgidos de esta cinta.
Indudablemente, a todos aquellos que la han criticado queriendo negar su importancia, les pediría que repasaran los biopics que se rodaron a partir de esta obra y que se dieran cuenta de la tremenda importancia que ha tenido esta obra para las posteriores biografías rodadas en cine.
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