jueves, 2 de septiembre de 2010

81 - UNICO SUPERVIVIENTE (The Quiet Earth). Geoff Murphy. Nueva Zelanda, 1985.

¿Os acordáis cuando de niños, en grupo o en privado, nos juntábamos a imaginar lo que haríamos si una noche, por error, nos dejaran encerrados en un gran almacen? Pues con ese planteamiento comienza esta historia en la que un hombre, al que conocemos con un plano cenital de su cuerpo desnudo sobre la cama y que entendemos que está en viaje de trabajo porque se aloja en un motel y se viste de business man, descubre que es el único ser humano que queda sobre la faz de la tierra.

Tras una primera media hora en la que dicho hombre, Zac, se permite jugar haciendo todas las cosas que más le apetecen (impresionante el plano en el que, vestido tan sólo con una combinación de lencería, se mira en un espejo y se descubre a sí mismo), de repente, y por sorpresa se encuentra con una mujer que también se siente superviviente.

Con ella comienza una de las contradicciones en las que cae el film porque en los primeros 30 minutos todo parece un decorado, sin que haya presencia de ningún ser vivo en absoluto. Sin embargo, ella habla de un cadáver de bebé y, al poco, se encuentran dos cuerpos por la calle.

En todo caso, siguen los tiempos de Arcadia, y el juego antes solitario se convierte en carreras de coches por calles vacías y entretenimientos parecidos. Casi hemos llegado a la hora cuando aparece un tercer personaje, un negro, asesino convencido por razones que parecen tribales, y que se convierte en el tercer miembro del triángulo amoroso que se forma y que será el promotor del sugerente final.

Los escasos efectos especiales son más deudores de Escher que de sagas galácticas y, como muy bien afirman en EL, más que pertenecer al género que se le supone, ciencia ficción, en realidad se trata de un drama emocional.

Basado en la novela homónima (en su versión original) de Craig Harrison, resulta también una curiosa lectura sobre hasta qué punto las convenciones educacionales marcan el comportamiento del ser humano incluso cuando no tienes a nadie a quien rendir cuentas de ningún tipo. A modo de ejemplo, al poco de conocer a la mujer, él la llama su esposa. Y muchos detalles más que te entrentendrán más allá del mero visionado.

Por cierto, de los intérpretes, Bruno Lawrence, el primero al que conocemos, hace una interpretación que invita a las múltiples lecturas, mola verlo.

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