Si las películas pudieran ser himnos, ésta sería la celebración de la Navidad en estado puro. Objeto de múltiple bromas por lo inevitable de su emisión en dicha época (especialmente graciosas las realizadas en la saga Solo en casa, donde aparece con diferentes y políglotas doblajes), siempre cuesta rascar un poquito hasta que la persona con la que hablas admita que también le gusta. Como a todos.
A estas alturas, comentar el argumento sería aburrido para cualquiera, ya que la hemos visto mil veces. Pero es inevitable pensar cuánto molaría que nos dieran la oportunidad de comprobar cómo hubiera sido el mundo si no hubiéramos nacido. Descubrir, como si fuéramos un fantasma al que no se ve ni escucha, en qué situación se encontrarían los seres amados más cercanos.
El catálogo de personajes que aquí se presentan incluyen todo tipo de estratos y modelos de la época. La chica mona del pueblo que podría haber terminado de puta (maravillosa Gloria Grahame); el malvado Potter, encarnado de forma magistral por todo un maestro como Lionel Barrymore; esa esposa fiel y abnegada, el amor primero y eterno del protagonista, encarnada por una Donna Reed que, siete años más tarde, daría vida a la prostituta más fascinante de Pearl Harbor, en De aquí a la eternidad (la veremos por el blog); la familia entera del protagonista, los Bailey, que tienen en la madre, el padre y el hermano unos modelos de parientes ideales; el tío Billy, el despistado causante del drama que lleva a George a querer tirarse al río (impagable Thomas Mitchell en este personaje); y, por supuesto, la pareja central.
James Stewart dio lo mejor de sí para el abnegado y bondadoso ciudadano que, por culpa del banquero malo, se ve al borde de la desesperación. Por su parte, Henry Travers no podía ser más perfecto para dar vida a Clarence, el ángel de la guarda que, a la que salva a George, se gana por fin sus alas.
Y por hablar sólo de los papeles más destacados de la historia porque, la verdad, es que se podría seguir mostrando como uno de los ejemplos más claros de un casting perfecto. Hasta la señora que, en la primera crisis del banco, sólo pide 18 dólares, lo clava.
Pero hay otros grandes valores de esta cinta, sobre todo el que la conclusión final, la moralina tan habitual en las películas de Capra, nace de vientos liberales, del apoyo incondicional que el cineasta brindó a Franklin Delano Roosevelt y su New Deal.
En este caso, la lectura de esta cinta es tan simple como que si eres buena gente, recibirás el apoyo de la gente. Y que si eres un hijoputa, pues te van a dar bambú. Está claro que con la situación que estamos viviendo en este país, esta afirmación suena más que nunca a cuento de navidad.
Sin embargo, es muy bonito pensar en que hubo un tiempo en que la gente podía creer en un mundo justo e ideal. Ahora, sólo lo podemos soñar.
lunes, 27 de diciembre de 2010
116 - QUÉ BELLO ES VIVIR (It's a Wonderful Life). Frank Capra. USA, 1946.
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Hola Manu, no se cómo he llegado aquí (me pasó el enlace J. Faya), pero me alegro!!Hace unos días que volví a ver Que Bello Es Vivir, y van ya unas diez y siempre me encanta. Es el cuento por excelencia. Hice un post para la sección de escenas de cine por si te apetece ver de nuevo la escena final. Te dejo el enlace a mi blog. Un saludo.
ResponderEliminarEmilio Luna.
http://elantepenultimomohicano.blogspot.com