sábado, 18 de diciembre de 2010

114 - DE ENTRE LOS MUERTOS (Vertigo). Alfred Hitchcock. USA, 1958.

Sirva como primera curiosidad de esta película que, pese a que en su momento de estreno se la llamó De entre los muertos, lo cierto es que en España todos los que escribimos sobre cine nos hemos acostumbrado a presentarla como Vértigo (De entre los muertos), con acento y todo. Con esto, se convierte en uno de los pocos casos en los que el título original se impone a la versión que se utiliza para su lanzamiento comercial. Sobre todo en el caso de los clásicos.

Para continuar, llama la atención que los autores de la novela (Pierre Boileau y Thomas Narcejac) en la que se basa esta obra eran también los creadores del libro del que salió Las diabólicas (Henri Georges-Cluzot, 1955), otra delicia que se sumará a este blog. Sin embargo, D'entre les morts (título original de la obra escrita) jugaba a sorprender, mientras que el maestro del suspense jugaba a lo de siempre, a inquietar.

Aparte de las magistrales interpretaciones de James Stewart y Kim Novak, hay una cantidad importante de innovaciones narrativas, cinematográficamente hablando, como el efecto zoom utilizado para mostrar el mal del personaje de Stewart cuando se enfrenta a las alturas. Basta leer lo descrito para que los españoles de una cierta edad recordemos inmediatamente a Valerio Lazarov y su ballet Zoom. ¿O no?

Respecto a la intriga, el prota recibe de encargo por parte de un antiguo amigo que vigile a su esposa, de la que sospecha infidelidad. Durante el seguimiento, el antiguo policía, retirado por su vértigo insuperable, se enamora del objeto de su persecución. La sigue hasta el momento en que ésta se suicida tirándose al río bajo el puente Golden Gate para que, poco después, el policía se encuentre una réplica exacta, sólo que en moreno, en forma de dependienta de tienda.

A estas alturas, el personaje de Stewart ya no es que sufra sólo vértigo, sino que empieza a padecer una obsesión brutal por las tres mujeres con exacta presencia física que habitan en su perturbada mente (además de la suicida y la tendera también hay un cuadro de una antepasada clavadita a estas dos).

En este sentido, todo lo que rodea al antiguo policía son precedentes directos de los momentos más lisérgicos que se empezarían a retratar, en el cine, en la década siguiente con tanto intelectual (William S. Burroughs, Allen Ginsberg) traspasando Las puertas de la percepción, escritas y descritas por Aldoux Huxley.

Una vez más, la banda sonora de Bernard Hermann se convierte en otro de los personajes de la película, llevándonos por situaciones y momentos que deben más su intensidad a esta partitura que a los elementos visuales. Va siendo hora de comentar que estas bandas sonoras, si te las pones en casa para escucharlas, no pueden ser más chirriantes. Pero tampoco te puedes imaginar ninguna de estas cintas sin esa banda sonora en concreto.

Hoy en día, en San Francisco, la ciudad escenario de esta obra, existe un hotel que lleva el nombre de la película y se puede realizar un recorrido turístico de la ciudad visitando las localizaciones utilizadas. Por lo que es imprescindible ver esta cinta antes de ir y así gozar más de lo que la ciudad pone a nuestro alcance para nuestro placer. Que es mucho.

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