sábado, 5 de marzo de 2011

136 - SUPERDETECTIVE EN HOLLYWOOD (Beverly Hills Cop). Martin Brest. USA, 1984.

Si el éxito de Regreso al futuro (de próximo ingreso a este blog) se debió al hecho de volver a rodarla entera porque el protagonista no funcionaba (el pobre Eric Stoltz tuvo que comerse el exitazo que tuvo Michael J. Fox con ella), en este caso no hubo que llegar tan lejos.

Este proyecto nació cortado y medido a la medida de Sylvester Stallone. Por suerte, el súper Rambo se bajó del carro y se le dio vuelta y media a toda la historia. De una película en la que todo se resolviese a tiros, se llegó a una comedia que reunía varias particularidades que la hacían interesante.

En efecto, tal como fue concebida era difícil imaginar que el personaje principal se fuera a convertir en el policía más vestido de sport que se conoce. Además, con capacidad de interpretar diferentes personajes, incluyendo un mariquita amanerado que se llama Ramón y que, en su momento, fue visto como una visión homófoba de los gays. Ahora se aboga por admitir que quizá esos retratos exagerados fueron necesarios para lograr la normalidad actual, aunque creo que queda camino (¿qué pasa con la adopción, por favor?).

En todo caso, sus múltiples personalidades, de las que ha hecho gala a lo largo de toda su carrera, convirtieron a Eddie Murphy en uno de los actores más taquilleros de todos los tiempos. Provenía del afamado programa cómico Saturday Night Live, un formato que en España no ha prosperado, pero que ha sido cuna de grandes cómicos estadounidenses en las últimas décadas.

Sus capacidades de improvisación, de conseguir de los líos sin apenas violencia (la mayor parte del tiempo ni siquiera lleva arma en la mano) y, sobre todo, su vena de liante que mete en sus movidas a todos sus colegas (el pobre Judge Reinhold le aguantó/apoyó en las tres entregas de esta saga) le convirtieron en un personaje popular con el que la gente, literalmente, se desternillaba.

Pero lo más radical de esta cinta es que el protagonista, aunque ahora no parezca tan chocante, era negro. Sí, ni era el malo retorcido; ni el compañero gracioso del poli principal; y no tenía debilidades, sino una tremenda picaresca con la que escapar de las situaciones más radicales y una inteligencia que le permitía pensar por sí mismo. De alguna forma, era la revancha de toda una historia de concesiones que los afroamericanos han hecho al cine, hasta lograr que su piel no sea un dato a tener en cuenta. Quiero confiar que algún día sucedera lo mismo con los personajes homosexuales y se nos pueda ver como héroes a secas, sin ser malvados ni los mejores amigos de las chicas, que ya canta.

La dirección fue obra de Martin Brest, pero las secuelas no se quedaron cortas y contaron con Tony Scott como autor de la segunda y nada menos que a John Landis para la tercera (aparte de un cameo del señor George Lucas). Efectivamente, y como es lo normal, las partes 2 y 3 no eran tan buenas como la primera, y la originalidad ya estaba dada. Pero, todavía, es un placer ver al Murphy haciendo el payasete mientras resuelve casos policiales que, prácticamente, son lo de menos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario