domingo, 6 de marzo de 2011

137 - ASESINO IMPLACABLE (Get Carter). Mike Hodges. Reino Unido, 1971.

La enorme capacidad interpretativa de Michael Caine ha sido una de las mejores herramientas utilizadas en la historia de la humanidad. Hasta el punto de que, según el personaje, puede llegar a parecer el hombre más sexy de la tierra, y hay que ser actor para lograrlo (Jeff Goldblum puede presumir de cuerpazo, Caine no).

En esta cinta, le vemos convertido en un asesino de medio pelo, bajo el mando de un desgraciado cuya novia está enamorada del empleado, es decir, de Caine. El personaje de entrada es antipático y parece el típico chulo (que no chulazo) de barrio que, como tiene un arma, pues ve de gallito. Sin embargo, en seguida le vemos la sensibilidad cuando decide pasar de todo y todos, jefe y amante incluídos, para irse al norte a vengar el asesinato de su hermano.

A partir de este momento, se inicia una trama plagada de detalles que, con lo carcas que nos están haciendo volvernos, parecería demasiado extrema hoy en día. La hija de su hermano podría ser su propia hija por un affair que tuvo éste con su cuñada. Esta misma muchacha, la sobrina-hija, ha protagonizado un vídeo porno que es el origen de la muerte de su padre-tío, el hermano del prota. La dueña de la pensión en la que se aloja le deja claro desde el principio que puede contar con "todos los servicios de la casa" y, de hecho, los utiliza. Hay una secuencia de sexo telefónico, en mi conocimiento la primera que se mostró en cine, en la que la excitante Britt Ekland, la infiel novia del jefe del prota, se realiza un onanismo que da gusto ver la entrega de la muchacha. Por último, el remate final no puede estar mejor pensado, medido y realizado por su director, Mike Hodges.

Aparte de que la acción es muy a la British, no hay grandes explosiones, ni infinitas balas cruzadas, la tensión está presente. Sobre todo, en ese rostro controlado de Caine que va dando mayor información cuanto más se calla.

Lo mejor de ver esta cinta es el recuerdo de aquellos tiempos en que los artistas no se creaban a la hora de contar historias escabrosas sobre la realidad sin caer en lo gore ni en el mal gusto. Bien al contrario, la cortesía de los personajes en casi todos los momentos son casi una perfecta definición de la tan nombrada flema británica.

Hay un remake yankee del año 2000, que aquí se estrenó con el título original de Get Carter (dirigido por Stephen Kay, nada mencionable de este hombre) y cuyo único interés reside en, aparte de ver la versión edulcorada de la original, poder hacer seguimiento del proceso que ha llevado a Sylvester Stallone y Mickey Rourke en los ninots de sí mismos que parecen ser hoy en día.

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