Cuando un artista te cae mal, personalmente, aunque no le conozcas más que por sus entrevistas, cuesta mucho más disfrutar de su arte. Para mí, Lars von Trier, por sus demostraciones de prepotencia que incluso ha llevado al cine en títulos como Las cinco condiciones (De fem benspaend, 2003), no me puede caer peor.
Y por eso me enfrenté a esta miniserie con una pereza inicial que terminó en los primeros minutos del primer episodio. El reino, aparte del título, es el nombre del hospital al que llega un doctor, con supuesto gran historial, pero que está loco perdido.
Entre sus experimentos que ha plagiado, el personal del hospital, el fantasma de una niña muerta en dicho establecimiento en 1919 y una cantidad de secuencias ilógicas que logran agitarte el corazón, esta entrega merece totalmente estar considerada como una de las 1001 películas que no deberías dejar de ver.
El montaje abrupto se mezcla con diferentes formatos de fotografía que combinan desde los sepia de las fotos de la época en que la criatura fue asesinada, a supuestas vídeo-cámaras de vigilancia y momentos del gore más puro, pero, rodado de tal forma que se le podría denominar gore de autor.
Entre los actores principales, difícilmente podremos reconocer a alguno y, si lo hacemos, es por haber aparecido en alguna película anterior del director danés. Tan sólo Udo Kier es el rostro que, por sus múltiples apariciones en diferentes títulos (en este blog apareció cuando hablamos de Mi Idaho Privado, entrada nº 126), nos resulta familiar.
Pero ese anonimato de cara al público, en general, es otra de las armas con las que contamos los espectadores. Al no reconocerlos, los personajes borderline y, por lo tanto, terroríficos, nos afectan con más fuerza y nos provocan mayor tensión.
El propio von Trier tiene su aparición estelar al final de cada uno de los cuatro episodios haciendo un resumen de lo que está por suceder y despidiéndose con una invitación, fruto de su educación religiosa, en la que nos recuerda que todo está entre dios y el demonio. Entre el bien y el mal, para los ateos como yo.
El cuarto capítulo concluye con un "Continuará" que se produjo tres años más tarde, con El reino 2. Y en esta segunda entrega, von Trier se vuelve a pasar de rosca y nos presenta una versión mucho más exagerada y tremenda que la primera temporada, pero que no logra gustar tanto porque los excesos son demasiados.
En todo caso, la sensación que tuve cuando terminé la entrega inicial es que El reino es para von Trier lo que Twin Peaks es para David Lynch. Incluyendo que, en ambos casos, las segundas temporadas pueden pasar al olvido sin problema ninguno. Nadie las echará de menos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
¡¡¡Aguante Lars!!!!
ResponderEliminarNo me critiques al Dogma!!!
Riget, una maravilla inconclusa