El cuento por excelencia que encandiló a niños, jóvenes y adultos en la segunda mitad de los 80 del siglo pasado sigue manteniendo una vitalidad y frescura que muchas súperproducciones, con afán de permanencia, le envidian.
La base del mismo es el libro de William Goldman y, pese a que el propio autor es el responsable del guión, lo cierto es que resulta imposible mantener el encanto y desparpajo que el libro despliega de forma constante. De hecho, hay un juego dentro de la novela según el cual, si escribes una carta a una dirección de New York, te remiten a tu casa una circular con un apéndice de la historia. Hacedlo.
Pese a estas carencias, el contenido sigue siendo delicioso. Principalmente porque Rob Reiner, el conductor de todo esto, se encontró en estado de gracia a la hora de poner en pie esta historia.
El reparto es excepcional. Para Robin Wright (hoy en día con el apellido Penn añadido a su nombre) debutaba con esta historia, tras su trayectoria como modelo, dando vida a la hermosa campesina con posibilidades de pasar a ser princesa. El dueño de su corazón es un bellísimo Cary Elwes, recién salido de su pequeño papel en Otro país (Marek Kanievska, 1984), otro título injustamente fuera de EL.
Junto a esta pareja protagonista, toda una colección de secundarios de lujo: Peter Falk como el abuelo que le lee el libro a Fred Savage (el niño de la querida serie Aquellos maravillosos años); Mandy Patinkin como el hidalgo español que busca vengar a su padre; Wallace Shawn como un maleante de medio pelo que confía demasiado en su inteligencia; André the Giant, una estrella del wrestling, como un enorme bruto con alma de poeta; Chris Sarandon como el malvado príncipe apoyado por un despreciable Christopher Guest; y, aunque apenas por un par de secuencias, unos metamorfoseados Billy Crystal y Carol Kane como una anciana pareja de hechiceros.
Las aventuras a las que dan vida todos ellos, y pese a que los efectos especiales del momento distaban mucho de lograr la autenticidad que se consigue desde que nos ha invadido el mundo ordenador, nos envuelven, nos atrapan y nos hacen gozar indefiniblemente con cada visionado de la película. Además, otro gran logro son los golpes de humor, como la aparición del personaje llamado El Impresionante Clérigo, al que da vida estupendamente Peter Cook.
Definitivamente, si alguien quiere verse rodeado de gente que se sume al disfrute de una sesión casera de cine, ésta es una apuesta segura. Todos queremos saber qué le va a pasar a Buttercup y a su amado Westley.
domingo, 20 de febrero de 2011
132 - LA PRINCESA PROMETIDA (The Princess Bride). Rob Reiner. USA, 1987.
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westley fue mi primer amor platónico,sobretodo cuando estaba paralizado e indefenso:)
ResponderEliminargracias Manu!
Recuerdo que la vi por casualidad (sin premeditación)y me fascinó.
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