Aunque en ocasiones me quejo de que determinadas películas aparezcan contenidas en EL, lo cierto es que también debo agradecerle el haberme descubiertos ciertas joyas como ésta. Un cortometraje construído a base de foto-fija, pero con unos segundos de movimiento.
Con ese inicio, lo más lógico es pensar que se trata de un truñeque sin más. Lo cierto, en cambio, es que es una maravilla que despierta el interés desde el momento en que se aprende que es la base de la que partió Terry Gilliam para su fascinante Doce monos (USA, 1995).
Una voz de narrador es la encargada de hacer cobrar sentido a las imágenes que nos ofrece el inmóvil metraje. A través de esa narración vamos descubriendo todos los parámetros que en su momento utilizara Gilliam para lograr su obra.
Recuerdos narrados desde la infancia, la inquietante presencia de una mujer y un aeropuerto como decorado natural van creando una atmósfera que te va envolviendo y te lleva hasta un final que, sobre todo, invita a ponerte a continuación la cinta de 1995.
Chris Marker fue un revolucionario en lo audiovisual que ha ido ganando aprecio y reconocimiento con el paso de los años. Eso sí, en su momento disfrutó de una larga carrera (Sans soleil es un largometraje que también llegará a este blog) y de un renombre enmarcado, inevitablemente, a la creativa década de los 60.
Imprescindible si eres fan de los directores que han apostado por las nuevas vías.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario