lunes, 7 de febrero de 2011

128 - UN TRANVIA LLAMADO DESEO (A Streetcar Named Desire). Elia Kazan. USA, 1951.

Aunque es una de las películas más teatrales rodadas nunca, esta obra permanecerá siempre en la memoria de los cinéfilos gracias, sobre todo, a una calidad de interpretaciones difíciles de olvidar, como afirman también en EL. De hecho, siempre he pensado que esta cinta debería ser de estudio obligatorio para tod@s aquell@s que estudian para convertirse en intérpretes.

Resulta curiosa la elección de los actores, sin embargo. Kim Hunter y Karl Malden, ganadores ambos de los Oscars(c) a los Mejores Actores de Reparto de aquel año, eran habituales en el Actor's Studio, la mítica escuela de interpretación creada por el director de esta cinta, Elia Kazan.

Este también escogió de entre sus pupilos a Marlon Brando, quien daría tal tour de force con su desgarrado Stanley que pasaría directamente a engrosar el firmamento de estrellas del momento. Y no es para menos, su carnalidad, sexual y sin miramientos, es de las que te traspasa la piel y se te queda dentro para siempre. Fue el único en no recoger estatuílla dorada, pero tampoco le hacía falta.

Lo llamativo es que la encargada de dar vida al personaje de Blanche du Bois (el personaje más goloso para todas esas actrices que rondan los cuarenta), pese a haber sido interpretado en Broadway con éxito por Jessica Tandy, recayó en Vivien Leigh. La inolvidable Scarlett O'Hara rizaría el rizo con esta delicia y de dos trabajos rodados en Hollywood lograría el Oscar(c) a la Mejor Actriz por ambos trabajos.

Cuando visitas New Orleans, puedes intentar encontrar el patio en el que se desarrolla la mayor parte de la acción, pero será un intento vano. El astuto autor de la obra de la que parte este proyecto, el genial Tennessee Williams, da en el texto una dirección que hoy en día corresponde a una casa sin ningún interés per se, mientras que la dirección real era la que correspondía a su domicilio particular.

En todo caso, la versión rodada sufriría mutilaciones por parte de la censura (todas las referencias a la homosexualidad del primer marido de Blanche; su práctica de la prostitución), pero el material restante es más que suficiente para que a uno se le erice el vello. Sobre todo cuando está recitado por tanto talento actoral.

A lo largo de los años han sido numerosas las versiones que se han representado de este texto maravilloso, pero nunca, ninguna, ha logrado acercarse a lo que Kazan consiguió captar en este metraje. Nunca, nadie.

Hay una frase de esta obra que ha pasado a la posteridad, aunque cuenta con diferentes versiones en su traducción. La más fiel es "siempre he dependido de la amabilidad de los extraños", aunque quizá no la más bonita. Prefiero la versión en la que Blanche afirma "siempre he confiado", me parece más positiva.

Inolvidable e irrepetible.

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