miércoles, 19 de enero de 2011

122 - TABU (Gohatto). Nagisa Oshima. Japón/Francia/Reino Unido, 1999.

Aunque la destacan en EL como película de interés por el tratamiento de la homosexualidad entre samurais durante el periodo Shogun del país del sol naciente, en realidad esta película es de visionado obligado por diferentes motivos.

Para empezar, parte de un par de novelas, nunca traducidas a nuestro idioma, sobre las relaciones entre hombres en el ámbito de los "cuarteles" en los que convivían y se entrenaban este tipo de guerreros. Por su origen literario, hay una voz en off que nos va poniendo en situación de lo que va sucediendo. De esta forma, se llenan muchos huecos de información que se hubieran quedado vacíos de no contar con este recurso.

Para el casting, el más afortunado logro es el de haber encontrado a Ryuhei Matsuda, una extraña belleza masculina que, dependiendo del ángulo (y del maquillaje), puede mostrar rasgos casi más femeninos que de hombre. Además, su expresión de mirada directa incluye también bastantes posibilidades de esconder al demonio que, al final, se supone que le domina.

Pero es verdad que también los secundarios están estupendos, incluyendo a Kitano "Beat" Takeshi, uno de los cineastas más interesantes del panorama actual internacional. Actor, director y atrevido a cubrir otras disciplinas cinematográficas, su labor de observador-narrador en esta historia logra, a través de su interpretación, una cantidad de matices muy de agradecer por lo que enriquecen la trama.

Para Oshima, cuyo El imperio de los sentidos (1976) también encontraremos en este blog, el tema del amor/sexo entre hombres no era nuevo. En 1983 había adaptado la novela de Laurens Van der Post, Feliz navidad, Mr. Lawrence. En ella, nos hablaba de la irresistible atracción que un oficial japonés siente por uno de sus prisioneros durante la II Guerra Mundial. Aunque el magnetismo entre Riuychi Sakamoto y David Bowie (encargados de dar vida a dichos personajes) era masticable, no se llegaba a mostrar nada parecido a una relación carnal. Un casto beso enmarcaba toda esa tensión sexual.

Aquí, sin embargo, llega más allá y, evitando la desnudez de la que se hacía gala en el imperio sensual, sí vemos como el protagonista es penetrado por detrás por uno de sus numerosos pretendientes. Todo un paso adelante.

Llama la atención que, tanto en esta obra como en las navidades de Lawrence, el hombre que inspira el amor homosexual tiene un tratamiento de demonio, de espíritu maligno que invade el ánimo de los amantes. Pero también es verdad que durante todo el metraje, el tratamiento que recibe el protagonista es el de femme fatale, el de ese ser frío y calculador que no tiene problema con los deseos que despierta siempre que pueda utilizarlos en su favor.

Por eso, esta gozada que cuenta de nuevo con banda sonora de Sakamoto (además de interpretar, también escribió la maravillosa partitura de Mr. Lawrence), otra corona de laurel para el compositor nipón, es de visionado imprescindible.

Porque el deseo, cuando se consigue retratarlo de forma certera y directa, traspasa los límites de lo convencional para dejar a cualquier espectador con ganas de gozar. Y mucho.

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