Al principio, cuando uno ve este título incluido en EL, la reacción es de "vale, es mona, pero tampoco para tanto". Sin embargo, tras volver a disfrutar de esta delicia, se le encuentran motivos por todos lados para que ocupe un lugar entre los placeres que hay que disfrutar en esta vida.
En primer lugar, es una de las cintas con mayor encanto de la historia. Y hablo de encanto refiriéndome al charm inglés, ese concepto en el que lo canalla se mezcla con lo simpático, como ese tío soltero, borrachín, que pese a su deslenguada conversación logra hechizar a todas las señoras de la concurrencia.
Y ese punto tiene esta película en la que, pese a moverse en los estrechos ámbitos victorianos de lo moral, se salpimenta con una serie de situaciones no muy recatadas. Desde el principio, esa joven viuda que, saltándose lo prescrito, decide vivir por su cuenta con su criada y su hijo, salta lo convecional al aceptar sin mayor incomodo cuánto le gusta la idea de vivir en una casa encantada. Más cuando, al acostarse la primera noche, oye un piropo sobre su cuerpo procedente del espíritu que comparte con ella el cuarto.
En el año de su producción, el maldito código Hays estaba en plena boga y los cineastas veían pisoteadas sus vidas privadas en nombre de una cruzada contra el demonio comunista. De alguna manera, este periodo cuenta con paralelismos en el cine español en cuanto a las argucias de las que se servían guionistas y creadores para incluir en la película mucha más información de la que se podía encontrar en el papel del libreto.
La belleza de Gene Tierney, mujer que aparecerá más veces por este blog, se había utilizado ya de diversas formas, pero nunca antes, y nunca después, volvería a aparecer con la picaresca que muestra en esta cinta. En perfecta alianza con el marinero-fantasma al que da vida Rex Harrison, la combinación de ambos ingenios dan algunos de los momentos más dulcemente picantes del cine. También excelente está George Sanders como el seductor, casado y sin corazón, que la lleva a entregarse carnalmente fuera del lazo del matrimonio. Pero todo esto queda como un mal sin importancia cuando a tu lado tienes a un lobo de mar que se pirra por ti.
Mankiewicz, una vez más, demuestra que el terreno de la dirección era su campo de juegos favorito y la banda sonora de Bernard Hermann, también otra vez, se convierte en el perfecto envoltorio de esta historia atemporal.
De cara a los Oscars(c), tan sólo Charles Lang, con su excelente fotografía en blanco y negro, llegó a estar nominado. Pero, cuando una obra es maestra, no hay premios que la afecten en su status. Ni para arriba ni para abajo.
viernes, 14 de enero de 2011
120 - EL FANTASMA Y LA SRA. MUIR (The Ghost and Mrs. Muir). Joseph L. Mankiewicz. USA, 1947.
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