lunes, 9 de mayo de 2011

151 - BAILAR EN LA OSCURIDAD (Dancer in the dark). Lars von Trier. Dinamarca, 2000.

Lo primero a decir de esta película es que se trata de una coproducción europea que pareció aprovechar el momento en el que todo el continente se preparaba para el paso al ECU, primer nombre de la moneda que hoy en día todos utilizamos bajo el nombre de Euro.

Este gesto, que en manos de otro podría parecer una iniciativa ingeniosa, en el caso del soberbio von Trier resulta un ejemplo más de su sobradismo egocéntrico. Especialmente cuando consideras que, aún estando dentro del ámbito del famoso movimiento Dogma 95, este director, cuál si de un director fílmico se tratara, se pasa sus propias normas por la entrepierna y realiza la cinta tal y como le da la gana.

Para empezar, este título consta de dos unidades completamente diferenciadas. La primera sería la de narrativa normal, digamos, esas partes en las que nos van contando las vicisitudes de la protagonista, esa cegata y ceniza mujer interpretada por Björk. La segunda, serían los números musicales que la cabeza de ese mismo personaje interpreta para sí.

Y mientras que esta segunda unidad es toda una genialidad digna de todo tipo de halagos, y que en seguida empezó a ser imitada en películas como Mi vida sin mí (Isabel Coixet, 2003), la primera no se diferencia, argumentalmente, de lo que hace años que los críticos llamamos, con desprecio, "películas de después de comer".

La muchacha sufre una serie de desgracias que, entre que el hijo se le muere, ella va perdiendo la vista, la atacan, la intentan robar y demás despropósitos, al final te quedas con la impresión de que sólo le faltaba que se volviera negra y la quemara el Ku Klux Klan, porque no le pueden pasar más cosas.

Eso sí, como se rueda con cámara al hombro y sin steady, pues parece súper moderno y los que se las dan de vanguardistas declamaban: "¡guau, qué novedoso!", olvidando que es lo mismo que se lleva contando en esas historias de madre divorciada a la que pega el marido y que la quitan el hijo por no saber conducir, como tan bien ha mostrado Antena 3 con sus emisiones.

Repito que sólo por los números musicales sí que estamos ante una de las películas de visionado obligado para todo el mundo. Aparte del talento vocal de la cantante metida a actriz, la forma de componer música con sonidos cotidianos de la vida, así como con los mismos golpes físicos que padece ella, se muestra una forma diferente de entender la composición musical. Algo que se debe absolutamente a la genialidad de Björk y a la labor musical que lleva realizando desde sus tiempos en The Sugarcubes.

Un estilo musical que ha creado escuela y que ha influido en trabajos tan diferentes como la banda sonora de Pozos de ambición (Paul Thomas Anderson, 2007), uan partitura fascinante y rayante a partes iguales.

También merece la pena, y mucho, ver la creación de personaje que hace Catherine Deneuve. La actriz había escrito a von Trier tras ver Rompiendo las olas (que también llegará a este blog) ofreciéndose a trabajar con él cuando quisiera. De ahí, el cineasta danés le escribió esta participación que admiro sin límites.

Por último, el reparto de secundarios es sencillamente excelente y se puede gozar de la labor de grandes actores como Udo Kier o de Joel Grey. Sólo que interpretando esas situaciones patéticas a las que me he referido antes, haciendo mayormente de malotes.

Recuerdo perfectamente que, a la salida del cine, se veían abundantes pares de ojos arrasados en lágrimas. Sinceramente, yo estaba aburrido de todo lo que le pasaba hacia la mitad de la película, y no me provocó ningún tipo de simpatía. Pero es que yo sí me he criado con los buenos melodramas.

En el Festival de Cannes, esta cinta se alzó con la Palma de Oro y el Premio a la Mejor Actriz para Björk, supongo que para que se cantara algo en la Gala de Clausura. Y ella misma protagonizó una gala de Oscars(c) en la que interpretó su nominada canción con el vestido de cisne que pasará a la historia por ser uno de los más excéntricos jamás visto en dicha ceremonia.

Pero, sinceramente, yo estoy deseando que aparezca la versión DVD en la que se pueda elegir ver sólo las interpretaciones cantarinas de la esquimala.

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