viernes, 6 de mayo de 2011

150 - ANGELES CON CARAS SUCIAS (Angels with dirty faces). Michael Curtiz. USA, 1938.

Cuatro años antes de que Michael Curtiz cautivara al universo entero con la delicia titulada Casablanca (que, por supuesto, también llegará a este blog), cosechó un gran éxito con este título. Una entrega de cine negro en estado puro protagonizada por ese animal de la interpretación llamado James Cagney.

Lo más fascinante, e interesante, de este título es precisamente el retrato de la vida en la calle de los chavales marginados que no saben ni dónde ni cómo encontrar su lugar en el mundo. Y esta problemática, que sigue siendo de rabiosa actualidad, es el tema central de esta historia en la que vemos como el protagonista se enfrenta al cura de su barrio que quiere defender la inocencia de los muchachitos.

Humphrey Bogart, antes de alcanzar el estrellato, se lucía en su papel y seguía sumando puntos en una carrera que alcanzaría el estrellato poco después (como vimos en El halcón maltés, entrada anterior a ésta).

Junto a estos dos grandes actores, el resto del reparto se compone de actores profesionales junto al grupo de jóvenes que daban vida a los miembros de la panda callejera y que verían sus carreras lanzadas por el éxito tremendo que obtuvo esta cinta.

En las nominaciones a los Oscars(c) de su año, tres nominaciones saltaron a la palestra: Mejor Director, Mejor Actor (Cagney) y Mejor Guión Original. Pero ninguna de ellas llegaría a realizarse yendo a parar a otras manos. Eso sí, el Círculo de Críticos de Nueva York distinguió al actor como el mejor de aquella hornada.

La influencia de esta cinta sigue teniendo peso en toda cinta que trate sobre los peligros de los jóvenes callejeros y se hace sentir en todos los títulos que tratan este tema, incluyendo sus versiones escolares en títulos como Mentes peligrosas (John N. Smith, 1995).

Pero lo que la convierte en cinta de obligado visionado es nada menos que la lectura social que se hace en un tiempo en el que todavía no había llegado el mojigato de McCarthy a tocar las narices a las gentes del cine. Y lo que se cuenta merece la pena ser escuchado.

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