viernes, 22 de abril de 2011

146 - LA FUERZA DEL CARIÑO (Terms of Endearment). James L. Brooks. USA, 1983.

El cine de los 80 estuvo profundamente marcado por las películas para adolescentes que apadrinó John Hughes. Sin embargo, James L. Brooks, cineasta procedente de la televisión, supo encontrar la fórmula ideal para actualizar, con aclamación de crítica y públioc, el melodrama.

Tomando como punto de partida la excelente novela de Larry McMurtry, a quien también le debemos la base de La última película (entrada 42 de este blog), la trama principal nos narra la intensa relación entre una madre y una hija que se podría definir como "déjame en paz, pero no te vayas muy lejos".

Las encargadas de dar vida a dichos personajes fueron Shirley MacLaine y Debra Winger, una combinación explosiva que no podían tener mejor química en pantalla. La madre, vanidosa hasta el punto de que no quiere que sus nietos la llamen abuela, inicia una relación con un vecino astronauta que, en principio, la atrae tanto como la repele. Una facultad que Jack Nicholson, ese hombre del espacio, borda.

Mientras tanto, la hija se casa con un hombre guapo (Jeff Daniels) que mantiene una relación paralela permanente mientras ella da a luz a tres hijos. Sus separaciones, arrejuntamientos y la infidelidad de ella con un mentiroso en forma de John Lithgow salpimentarán la historia a lo largo de sus más de dos horas de duración.

Pero la clave real se encuentra tanto al principio como al final de la película. Mientras comienzan los títulos de crédito vemos en las sombras a la MacLaine despertando su hija bebé para comprobar que está bien. Al final, las vemos solas, cara a cara, cuando la vida abandona el cuerpo de la hija. Y todo se concentra en el desgarrador, por lo bien filmado que está, grito de la madre que en voz baja afirma: "soy una estúpida, pensé que cuando terminara me sentiría aliviada".

Esa relación madre-hija que parece ser otra experiencia, como la de dar a luz, que los hombres nunca llegaremos a conocer. Esa dependencia brutal que también se ha desarrollado en títulos como Magnolias de acero (Herbert Ross, 1989) o, en su faceta más cómica, con los personajes de Chus Lampreave y Rossy de Palma en La flor de mi secreto (Pedro Almodóvar, 1995).

Aunque hay momentos hilarantes (la llegada de la MacLaine al restaurante con la peluca revuelta), con La fuerza del cariño lo que están aseguradas son las lágrimas. Y no por las vías facilonas modelo los anuncios de turrón en navidad, sino por la forma de expresar las emociones sin estridencias ni recursos manidos.

Los Oscar(c) de su año celebraron este título como el mejor del año, así como a Brooks, por director y guión. Jack Nicholson se llevó otra estatuílla como Actor de Reparto y las dos protagonistas estuvieron juntas en la carrera final a Mejor Actriz.

Pero era el momento de la MacLaine, una intérprete soberbia que había estado nominada en cinco ocasiones pero que, hasta este trabajo, no logró llevarse a casa. En su discurso de agradecimiento, la estrella hizo bromas sobre sus profundas creencias en los extraterrestres. Pero resultaba reconfortante ver el triunfo de una madre que tanto había sufrido por y a través de su hija.

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