La madre de todas las parodias, y estoy completamente de acuerdo, no podía faltar entre las 1001 películas que ver antes de morir. Y es que el trío compuesto por Jim Abrahams, David Zucker y Jerry Zucker dio un auténtico recital de humor con la inmensidad de gags que pueblan esta cinta.
De hecho, durante las primeras n veces que se disfruta de este despropósito, no dejas de encontrar chistes nuevos que te has perdido por las carcajadas que tú mismo emites y que no te dejan escuchar lo que sigue pasando.
Con este título, se sentaron las bases de lo que se podría considerar hoy en día un género en sí mismo. Lo primero, coger un título popular (en este caso, Aeropuerto, dirigida por George Seaton en 1970) y llevar al ridículo todas las situaciones posibles.
Después, contar con un elenco que haga las delicias de los espectadores. Tanto Lloyd Bridges como el recientemente fallecido Leslie Nielsen se convertirían en los dos abanderados de este tipo de cine. Su sola inclusión en los repartos ya hacía subir varios enteros a los proyectos. Sobre todo en el caso del último, protagonista absoluto de la saga Agárralo como puedas, que también llegará a este blog.
Aquí también destacaría la labor de Julie Hagerty, una estupenda actriz de comedia que, pese a mantener una carrera dilatada, nunca podrá dejar de ser la azafata de Aterriza como puedas. Y eso que tiene trabajos tan estupendos como el realizado en la fantástica ¡Qué ruina de función! (Peter Bogdanovich, 1992).
Pero el gran logro es que, pese a no provocar discusión ninguna entre los espectadores, sí que da lugar a conversaciones largas en las que cada uno va lanzando sus recuerdos: y cuando la vieja se cuelga porque la está dando la charla; y la monja con la guitarra que casi se carga a la enferma del corazón. Todo ello seguido de una serie de carcajadas que, en muchas ocasiones, superan incluso a las que se logran con una ronda de chistes de los de siempre.
Desde entonces, ya sabemos que entre los Hot shots, Scary movies y sus múltiples variantes, el género paródico sigue en contstante actualidad con un mínimo de una entrega anual para los cines del mundo entero. Por cierto, os recomiendo a todos Extreme movie (Adam Jay Epstein/Andrew Jacobson, 2008), una muestra más de cómo los mojigatos estadounidenses también pueden ser los más radicales.
Para terminar, sólo me falta reivindicar el tantas veces mal tratado final de la película. Sólo los créditos son de troncharte, con gazapos incluídos como: Autor de Historia de dos ciudades, Charles Dickens. Pero, sobre todo, el pasajero del taxi al que ha dejado el protagonista a la puerta de la terminal antes de montarse en el avión para recuperar a su novia. Su golpe cuando todas las letras han terminado ha sido, innumerables veces, borrado en las emisiones televisivas de esta obra y es una auténtica pena.
viernes, 29 de abril de 2011
viernes, 22 de abril de 2011
146 - LA FUERZA DEL CARIÑO (Terms of Endearment). James L. Brooks. USA, 1983.
El cine de los 80 estuvo profundamente marcado por las películas para adolescentes que apadrinó John Hughes. Sin embargo, James L. Brooks, cineasta procedente de la televisión, supo encontrar la fórmula ideal para actualizar, con aclamación de crítica y públioc, el melodrama.
Tomando como punto de partida la excelente novela de Larry McMurtry, a quien también le debemos la base de La última película (entrada 42 de este blog), la trama principal nos narra la intensa relación entre una madre y una hija que se podría definir como "déjame en paz, pero no te vayas muy lejos".
Las encargadas de dar vida a dichos personajes fueron Shirley MacLaine y Debra Winger, una combinación explosiva que no podían tener mejor química en pantalla. La madre, vanidosa hasta el punto de que no quiere que sus nietos la llamen abuela, inicia una relación con un vecino astronauta que, en principio, la atrae tanto como la repele. Una facultad que Jack Nicholson, ese hombre del espacio, borda.
Mientras tanto, la hija se casa con un hombre guapo (Jeff Daniels) que mantiene una relación paralela permanente mientras ella da a luz a tres hijos. Sus separaciones, arrejuntamientos y la infidelidad de ella con un mentiroso en forma de John Lithgow salpimentarán la historia a lo largo de sus más de dos horas de duración.
Pero la clave real se encuentra tanto al principio como al final de la película. Mientras comienzan los títulos de crédito vemos en las sombras a la MacLaine despertando su hija bebé para comprobar que está bien. Al final, las vemos solas, cara a cara, cuando la vida abandona el cuerpo de la hija. Y todo se concentra en el desgarrador, por lo bien filmado que está, grito de la madre que en voz baja afirma: "soy una estúpida, pensé que cuando terminara me sentiría aliviada".
Esa relación madre-hija que parece ser otra experiencia, como la de dar a luz, que los hombres nunca llegaremos a conocer. Esa dependencia brutal que también se ha desarrollado en títulos como Magnolias de acero (Herbert Ross, 1989) o, en su faceta más cómica, con los personajes de Chus Lampreave y Rossy de Palma en La flor de mi secreto (Pedro Almodóvar, 1995).
Aunque hay momentos hilarantes (la llegada de la MacLaine al restaurante con la peluca revuelta), con La fuerza del cariño lo que están aseguradas son las lágrimas. Y no por las vías facilonas modelo los anuncios de turrón en navidad, sino por la forma de expresar las emociones sin estridencias ni recursos manidos.
Los Oscar(c) de su año celebraron este título como el mejor del año, así como a Brooks, por director y guión. Jack Nicholson se llevó otra estatuílla como Actor de Reparto y las dos protagonistas estuvieron juntas en la carrera final a Mejor Actriz.
Pero era el momento de la MacLaine, una intérprete soberbia que había estado nominada en cinco ocasiones pero que, hasta este trabajo, no logró llevarse a casa. En su discurso de agradecimiento, la estrella hizo bromas sobre sus profundas creencias en los extraterrestres. Pero resultaba reconfortante ver el triunfo de una madre que tanto había sufrido por y a través de su hija.
Tomando como punto de partida la excelente novela de Larry McMurtry, a quien también le debemos la base de La última película (entrada 42 de este blog), la trama principal nos narra la intensa relación entre una madre y una hija que se podría definir como "déjame en paz, pero no te vayas muy lejos".
Las encargadas de dar vida a dichos personajes fueron Shirley MacLaine y Debra Winger, una combinación explosiva que no podían tener mejor química en pantalla. La madre, vanidosa hasta el punto de que no quiere que sus nietos la llamen abuela, inicia una relación con un vecino astronauta que, en principio, la atrae tanto como la repele. Una facultad que Jack Nicholson, ese hombre del espacio, borda.
Mientras tanto, la hija se casa con un hombre guapo (Jeff Daniels) que mantiene una relación paralela permanente mientras ella da a luz a tres hijos. Sus separaciones, arrejuntamientos y la infidelidad de ella con un mentiroso en forma de John Lithgow salpimentarán la historia a lo largo de sus más de dos horas de duración.
Pero la clave real se encuentra tanto al principio como al final de la película. Mientras comienzan los títulos de crédito vemos en las sombras a la MacLaine despertando su hija bebé para comprobar que está bien. Al final, las vemos solas, cara a cara, cuando la vida abandona el cuerpo de la hija. Y todo se concentra en el desgarrador, por lo bien filmado que está, grito de la madre que en voz baja afirma: "soy una estúpida, pensé que cuando terminara me sentiría aliviada".
Esa relación madre-hija que parece ser otra experiencia, como la de dar a luz, que los hombres nunca llegaremos a conocer. Esa dependencia brutal que también se ha desarrollado en títulos como Magnolias de acero (Herbert Ross, 1989) o, en su faceta más cómica, con los personajes de Chus Lampreave y Rossy de Palma en La flor de mi secreto (Pedro Almodóvar, 1995).
Aunque hay momentos hilarantes (la llegada de la MacLaine al restaurante con la peluca revuelta), con La fuerza del cariño lo que están aseguradas son las lágrimas. Y no por las vías facilonas modelo los anuncios de turrón en navidad, sino por la forma de expresar las emociones sin estridencias ni recursos manidos.
Los Oscar(c) de su año celebraron este título como el mejor del año, así como a Brooks, por director y guión. Jack Nicholson se llevó otra estatuílla como Actor de Reparto y las dos protagonistas estuvieron juntas en la carrera final a Mejor Actriz.
Pero era el momento de la MacLaine, una intérprete soberbia que había estado nominada en cinco ocasiones pero que, hasta este trabajo, no logró llevarse a casa. En su discurso de agradecimiento, la estrella hizo bromas sobre sus profundas creencias en los extraterrestres. Pero resultaba reconfortante ver el triunfo de una madre que tanto había sufrido por y a través de su hija.
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